sábado, 30 de diciembre de 2023

De cosas extrañas y trenes.

No sé si tardé 10 años o 10 siglos en darme cuenta que volver a subirme a un tren en Estación Central era sumergirse en un agujero de gusano. La alusión al tiempo que acabo de hacer no obedece a un error conceptual, mucho menos a una metáfora, sino a pura cuestión física o de relatividad o relaciones cuánticas. Lo interesante es que tampoco muchos lo saben, probablemente los operadores del ferrocarril estén enterados, poco factible que sí estén al tanto las autoridades cuando inauguran una nueva estación de metro en el sur de Santiago. Quizá lo sepa un antiguo recolector de boletos que lamentosamente perdió su trabajo cuando se modernizó la venta de pasajes y ya en el olvido quedaron los recibos en papel. Ahora basta con una tarjeta o incluso el teléfono para validar tu pasaje. Es probable que también lo sepa el bebé de la señora quien alguna vez fue una adolescente subiéndose en Pedro Aguirre Cerda, pero que ahora es una emprendedora que compra sus productos en barrio Meiggs, los revende a un valor conveniente y le ha servido de inversión para mantenerse como madre soltera de 3 críos, sin mucho apoyo del padre que es más bien un caso perdido. 


Y es que el tiempo-espacio se traslapa entrando en la estación misma, incluso la luz del sol transmuta proyectándose desde las pequeñas aberturas del alto techo de la estación. Con su amarillento sepia nos transporta nuevamente hacia un pasado extrañado, cuando los sueños eran aún anhelos por cumplir y la vida tenía muchos proyectos por alcanzarse. No se sabe con exactitud cuando comienza el viaje temporo-espacial, en qué momento se empiezan a plegar las dimensiones. Ocurre tal vez mirando de soslayo las vías del tren o al momento de estar sentado observando de espaldas en el tercer asiento del segundo vagón del tren de las 13:30 dirección Nos (o más bien apoyado en la ventana de la puerta mirando hacia el oriente escuchando en tus audífonos las canciones que se oían en el pasado, en el mismo tren, misma dirección). Quizá es una combinación de todas estas cosas, sumado al hecho de haberse peinado ese día la chasquilla hacia la derecha, que el eje de la Tierra se hubiera movido 0,5 grados más este equinoccio y que el dólar ha permanecido sobre 900 pesos por tercera semana consecutiva. Será un desafío para los científicos del futuro descubrirlo, pero de igual forma en que se gesta, sucede que la variación en esta dimensión es tan sutil de percibir que si uno no está atento y se queda mucho tiempo mirando el teléfono podría no darse cuenta de los pequeños detalles que hacen confirmar que hubo un salto efectivo en el tiempo: la cordillera se ve aún nevada a pesar de estar en octubre, se sube una persona en Estación Central que se baja contigo en Maestranza, los techos de las casas en Lo Espejo no han cambiado nada y el Hospital Parroquial  se asoma imponente con su capilla del Sagrado Corazón al ingresar a San Bernardo.


De algún modo secreto se tropiezan todos estos acontecimientos y sabes que algo dentro tuyo va retrocediendo a esos lugares, a esos pasajes, a esas personitas, aunque por fuera sigas proyectando la imagen del adulto presente en que te has convertido. Y la familia parece darse cuenta, que aún está ese niñito metido dentro de ti, pero lo dudas un poco al ver a la sobrinas creciendo de a poco, al ver a la que era más pequeña bailando su baile típico para las fiestas patrias en el colegio y resulta que ya no va en prekinder, sino que pasó a séptimo básico. Notas que las vecinas de toda la vida se sorprenden al verte también a ti de vuelta por estas calles, dirán que quizá no has cambiado nada cuando sabes que por dentro has vencido mil batallas. La señora de enfrente que atendía con dudosa cordialidad su almacén está casi postrada y tristemente otro vecino de tu misma edad falleció este año por un accidente de tránsito dejando a un par de hijas con un recuerdo trizado para toda la vida. El viejo pascuero sigue pasando todas las navidades por las calles asfaltadas llenas de baches que la municipalidad se rinde a volver a restaurar. El sabor de la comida de mamá sigue igual, deseas que nunca desaparezca esa certeza de poder disfrutar de un plato de arroz con jurel tipo salmón o de tallarines con huevo, raspando la olla con una cuchara de palo. Y aparece de pronto una nueva sobrina que ahora ya está caminando y ves a todas las chiquillas aprendiendo cosas nuevas, imaginando que ellas más adelante también encontrarán esos portales para poder devolverse en el tiempo. Luego del almuerzo, subes a la que alguna vez fue la habitación que albergó tus sueños, tus locuras y tus anhelos. Corres la cortina y observas como la villa se ha llenado de casas, muchas ampliadas en un segundo piso. Te sientas en la cama y observas cómo el polvo llena los discos de música que formaban parte de la fiesta imaginaria que tenías en las noches con los audífonos puestos a todo volumen en tu radio favorita. La misma luz que entra tímidamente por la cortina que dejaste entreabierta hace nuevamente doblegar las dimensiones. El Pedrito pequeño se sienta al lado tuyo en la cama, un tanto temeroso como siempre lo fue. Le coges la mano tranquilo, quieres decirle algo, tienes ahora la seguridad de plasmar palabras de forma clara y concisa, demostrando con certeza y sin titubeos lo que llevas dentro. Pero prefieres guardarte las palabras. Se quedan ambos en silencio en aquella antigua habitación, tomados serenamente de la mano.


Todo esto ocurre en una tarde cálida de primavera. Cuando emprendes el camino a tu casa de nuevo en tren, vives en reversa todo los segundos de este viaje en el tiempo. Se van entremezclando las realidades que estaban abiertas de par en par y se van transformando en un cubo, luego en un cuadrado, luego en punto nuevamente. Entonces el que se baja en la estación terminal ya no eres tú el de ahora, es el de antes y el de ahora al mismo tiempo, creyendo que lo que ha ocurrido fue producto de un pequeño sueño de trenes y cosas extrañas que tuviste en dos minutos cuando te dormiste con la cabeza apoyada sobre la ventanilla. Pero más increíble es saber que también el que se baja eres el tú del futuro, el que vuelve desde ese otro universo habiendo ya vivido las vidas que imaginabas en la adolescencia y esperas no arrepentirte de tantas cosas, no lamentarte por no haber tomado suficientes trenes en la vida.

jueves, 7 de diciembre de 2023

La niebla



 


Corrí camino abajo adentrándome en la niebla. La luz plateada de la luna llena iluminaba tenue las copas de los árboles apenas distinguibles entre la espesa bruma.


Tú bien sabes el miedo que le tengo a la oscuridad, que siempre necesito de una mano que coger, una luz en el camino que me guíe.


Pero ahora corro con los pies descalzos, dejando la cabaña con sus fantasmas, sin mirar atrás para que no pudieran alcanzarme.


En mi cabeza se repiten las palabras que algún día dijiste: “por siempre a tu lado”.

Mas son varios los años de tu ausencia que lo empapa todo con un velo de tristeza. Tu fotografía color sepia se posa ya borrosa sobre el velador en mi lado de la cama.


Cuántos años compartimos en esta casa que fue testigo de nuestros secretos, nuestro escondite de este mundo ingrato, de sus garras afiladas y miradas perniciosas. Nuestro lugar donde yo era princesa y tú la reina, llenando de luz los días de antaño, de la mañana hasta la noche y hasta la mañana nuevamente, enredadas entre las sábanas agitadas, con nuestros cabellos enmarañados y nuestros labios violáceos. 


Ya no se escucha el eco alegre de tu risa después de cada cena, las copas de vino se han secado dejando una mácula carmesí sobre el mantel. 


Y hoy después de una vida de lamentos corro ahora al fin sin ataduras, con el pelo suelto y el vestido desarreglado. 

No me pesan los años. 

No me pesan las amarguras. 

Ni los espinos me dejan cicatrices en las piernas al tropezarme con ellos en el apuro.


La niebla lo oscurece y confunde todo. Con esfuerzo distingo los faroles del camino que demarcan el puente que alguna vez atravesábamos a diario. 


No veo más allá de donde se extienden mis manos, adivino a tientas que ya estoy donde antes corría el río, intuyo el sonido del agua que alguna vez fluyó vertiginosa regando las siembras en primavera.


Y sí, de veras creí verte de pie en la otra orilla, con la mirada taciturna y pelo descuidado como de costumbre, pero no supe si era la niebla o más bien era el efecto del vino obnubilándome la vista.


Y sí, de veras creí escuchar el gorgoteo del agua que hace décadas se tragó el suelo agrietado, pero al tropezar y caer impávida en el gélido caudal y ahogarme en la corriente imaginaria, yo no sentía agua torrentosa atravesándome, solo era niebla lo que mis ojos veían saliendo de mis narices, asfixiando mis pulmones, envolviendo mi cuerpo en tinieblas de olvido. 


jueves, 30 de noviembre de 2023

Cordillera

te quiero

te quiero al punto de no saber cómo van las ideas revoloteando en la cabeza, 

sin entender los sentimientos, sin poder guardarlos en cajitas organizadoras para ponerles un nombre e identificarlos con mayor claridad para quizá comprenderlos un tantito: un pequeño miedo azul, un rencor aterciopelado o más bien una felicidad color glauco.


Ya no sé entonces qué pensar al respecto de las caricias ajenas 

ni cómo responder al alza del precio del aceite por la inflación.

¿Cuántos pesos puedo obtener por un dólar?


Solo entiendo que te quiero

te quiero al punto de obnubilarme del mundo,

saber que este cristal que nos separa no es ni la diezmilésimaparte de la majestuosa cordillera que realmente divide nuestros abrazos.


difícil es saber cuál es la hora del día

el domingo

al despertar

después del cambio de hora de invierno

o después de volver de una discoteca que no se visitaba hace años

y las rodillas lo resienten.


¿Será acaso esta luz delicada que penetra la persiana el anuncio del alba o los últimos rayos de la despedida del ocaso?


Imposible es saberlo cuando los días no saben a ti, 

cuando la cama se ausenta de ti,

cuando la rutina avanza sin ti

miércoles, 18 de octubre de 2023

lenguas muertas



Lanzas preguntas al viento por si alguien las pudiera oír allá bien lejos. Como si un otro yo percibiera aquellos mensajes y diera inicio a una retórica diferente al iniciar el día:

Acaso hoy desayunaré pan tostado o iré tal vez por un café en el Starbucks cerca del trabajo. Quizá mejor tomarme el yogurt con Abelina a las 11 de la mañana en un pequeño descanso entre medio de la agenda llena de reuniones.


Arrojas al cosmos todas esas palabras esperando se conviertan en realidad algún día, porque en tu villa no hay cafeterías, ni imaginar algún día un Starbucks. No tienes trabajo, jamás preferirías el yogurt por sobre el pan y Abelina nunca fue en verdad tu amiga.


Y un día miércoles en la noche, mientras veías un reality show tranquilo y solitario en la habitación de tu casa en una comuna olvidada, la luz ser cortó como es habitual cada 18 de octubre. Y en ese silencio pétreo crees oír las respuestas a esas interrogantes desahuciadas. 


Escuchas aquel susurro en un idioma extinto. Una lengua que no se transmitió tras generaciones porque quedó enterrada en una cueva del paleolítico. Cuántas nuevas historias se hubieran escrito con aquellas palabras, cuántos cuentos de hada se habrían contado en los libros, cuántas enamoradas se habrían identificado con aquellos versos. Un texto irreprochable, la verdad más cierta del universo, un sinfín de vidas que podrías haber vivido y que decidiste abandonar a la deriva, como si el deseo fuera la única droga que te mantiene vivo y pendiendo de un hilo, una pequeña y delgada hebra que traza tus destinos no escogidos por pura pereza, inventando aquellas historias de ti mismo en los zapatos finos de alguien más. Y deseas alcanzar aunque sea un objetivo, imploras lograr una meta absurdamente minúscula, pero el idioma desaparecido es confuso y casi imposible de interpretar. Todo eso crees oír en la eternidad de 8,3 milisegundos (el mismo tiempo que tarda en reaccionar una mosca y batir sus alas antes de ser alcanzada por un cruel manotazo), para que un instante eterno después volviera la luz en la cuadra y todos estos anhelos muertos desaparecieran al instante en que tu mano hace contacto con el control remoto y enciendas nuevamente el televisor, ansioso y mordiéndote las uñas, para saber quién sería el eliminado del capítulo de hoy del reality porque mañana será tema de conversación seguro con Abelina y el resto de tus compañeros de trabajo luego de tomarse el café del Starbucks para comenzar una nueva agenda atiborrada de reuniones.







          No querrás nunca desaparecer antes de tiempo.   


martes, 19 de septiembre de 2023

Jugar a las escondidas



Me imaginas en el lugar correcto
en aquel rincón secreto
que tenemos para salir corriendo 
cuando el final esté cerca.

Lugar lleno de columpios 
y juegos de niños 
el sueño idílico 
de un mundo para los dos.

Te llevo a esos parajes
ocultos en un rincón de la galaxia
para arrancarnos de todo aquello
que nos oprime durante un año bisiesto.

Perseguimos arcoiris monocromáticos
Tomados de la mano
Y pequeñas criaturas de distintas formas
nos hacían compañía.

Después de todo lo que hemos construido 
aquello es nuestro anhelo póstumo
de estar sin estar 
en el mundo y fuera de él.

No quisiera que un día 
jugando a las escondidas 
me toque a mí contar hasta diez
y que luego de estar una semana 
buscando desamparado tu silueta
me dé cuenta que finalmente 
que te devolviste a tu planeta.

martes, 5 de septiembre de 2023

señales de otras galaxias

de noche recuerdo tus susurros
el murmullo de palabras arcaicas
que vienen desde una ciudad olvidada
y que viajaron mil novecientos años 
atravesando cinturones de asteroides 
y otras barreras intergalácticas
para ser escuchadas de nuevo por mi memoria.

percibo a la perfección esos ecos
mis radares están atentos
las antenas en su capacidad máxima
para detectar alteraciones en la vibración de las cuerdas.
pero el magnetómetro estaba defectuoso
hace un tiempo que presentaba averías 
por eso entremezclaba las señales recibidas.

ahora no tengo claro si era un-tequiero
ya no sé si era un hasta-luego.
quizá era un estaremos-juntos-pase-lo-que-pase
o posiblemente un lo-pasé-muy-bien-mientras-duró.
difícil es poder asegurarlo
cuando el registro de la procesadora
es solo un círculo dibujado con muchos garabatos dentro.

domingo, 6 de agosto de 2023

Melina y Tau Ceti

Melina creía en todo lo que aparecía en las noticias del canal ocho. Todas las mañanas durante el desayuno, mientras se preparaba su avena integral con leche de almendras, absorbía toda la información que le era transmitida, y las ondas de radio atravesaban su piel, sus articulaciones, sus ligamentos, sus huesos anchos, interactuaban levemente con sus neurotrasmisores. A veces le causaban recuerdos olvidados en la corteza gris, sobre todo los reportajes de niños en el colegio, y ella a esos recuerdos les llamaba “Déjà vú”.
Planteaba su vida frente al teléfono, compartía su desayuno y la marca del sostén. Las aplicaciones antiguas en el teléfono tenían acceso a esas videollamadas coquetas de la noche anterior, aunque ella borrara el historial, por si Raymond le revisara el teléfono mientras ella se bañaba.
De las noticias del día incorporaba algunas palabras que diría al reflexionar con su grupo de yoga en el gimnasio, intercambiando alguna charla pseudo interesante. “Hay que mejorar la alimentación saludable, hay expertos que indican que mejora las relaciones laborales también” y muéranse de envidia las demás, aparte de guapa es culta e informada.
Todo aquello pasa en su día.
Y cuando recuesta la cabeza en la almohada, cuando ya todos sus dispositivos están en no molestar, las ondas gravitacionales de la estrella Tau Ceti que despareció hace 11.9 años luz la atraviesan del mismo modo y le hacen vibran los neurotrasmisores nuevamente, haciéndole tener el sueño más dulce e inocente que no tenía desde hace años, el que olvidaría inmediatamente al sonar el despertador en la mañana. Sueño del que no recordaría ni un solo detalle pero le dejaría un sentimiento tranquilizador por lo menos hasta antes de coger el teléfono y observar las notificaciones de la noche anterior.

sábado, 22 de julio de 2023

El abrazo


Estoy a 27 constelaciones más allá de tu agujero negro que absorbe todo hasta su horizonte de sucesos;

100 años luz de espera para observar el brillo de tus estrellas, 

viajando en un océano de tiempos perdidos

de horas sepultadas

minutos que no se guardan en la memoria y pasan al vacío perpetuo.


Te envío ondas gravitacionales como muestra de mi persistencia, para que no me olvides (espero que tus localizadores puedan percibirlas).

Yo soy Andrómeda mirándote a lo lejos;

Tú eres la vía láctea, con tu caos flotando en el espacio 

tan lejos y tan cerca al mismo tiempo,

esperándonos:

tan solo nos faltan 4.5 billones de años para poder unir el polvo de nuestros sistemas solares en un abrazo eterno . 

viernes, 7 de julio de 2023

Batería al 1%



Te dejé partir como la última hoja seca del castaño de Indias en este otoño marrón y plateado.

Después de todo me di cuenta que la caída era inevitable, que no había forma de rebobinar el cassette porque la cinta estaba rayada y un tantito malherida. No porque reprodujiste una canción de forma incesante sino más bien porque el vinilo nunca lo escuchaste y se estropeó.

Así me quedé yo: como ese disco abandonado en un rincón de tu velador, incluso con la envoltura aún sellada.

Ahora te veo al cruzar la plaza, imaginándote que das vueltas en círculos por las esquinas de una ciudad fantasma. Fantasma no por estar llena de espíritus, sino que habitada por sueños otra vez rotos: 

El sentimiento de llegar nuevamente tarde 

ver partir la micro alejándose por la avenida.

A pesar de haber corrido al paradero moviendo las manos en alto el chofer te observa sosegado desde su asiento mientras aprieta el acelerador despiadadamente, como reconociendo que no es la primera vez que aguantas a la espera de un encuentro forzoso e imaginario.

Te quedas en la esquina solitaria por vez quinientas,

se apaga la luz del farol y quedas en la más tranquila de las oscuridades.

Intentas pedir un taxi en tu teléfono para volver a casa antes del toque de queda, pero se te agota la batería.

Allí te quedaste plantada una vez más, echando raíces en un paradero ordinario de Ñuñoa y con el cayado aórtico apunto de estallar en cualquier momento en tu caja torácica.

jueves, 22 de junio de 2023

La momia, el dinosaurio y la superheroína


Hay promesas que se tardan en cumplir, así como hay sueños que se demoran en generarse en nuestra corteza cerebral. Tal como una flor que se mantiene dormida en la tierra durante 22 años para volver a brotar y erigirse estoicamente en medio de un pavimento inhóspito. Y para lograr alzarse orgullosa y multicolor, no fueron pocos los augurios que se tuvieron que atravesar (dicen que la felicidad es dura de atrapar). Aún quedan los escombros de batallas contra dinosaurios y dragones en medio de este callejón imaginario que algún día fue el mundo entero. El sonido de nuestras risas aún se repite en cada esquina, sobre todo en las madrugadas más calurosas, cuando nos quedábamos despiertos sin poder dormir sentados en el puente mirando hacia el castillo sobre la colina: si escuchábamos con cuidado se podía oír aún el ronroneo de las motocicletas que antes rugían estrepitosamente en el interior del bosque. 

Desde lo alto podíamos observar las pequeñas criaturas que inventábamos para poder escaparnos de los ruidos de las llamas bullendo sobre la ciudad:

un gato saliendo del sombrero que comía manzanas verdes con caramelo;

robots que se transformaban en guerreros motorizados;

diminutas figuras de colores saltando de un lado a otro para llenar la noche oscura de auroras boreales;

superheroínas con poderes electrizantes a quienes vitoreábamos con un fervor enardecido. 

La momia sentada a nuestro lado nos recuerda también las desdichas de los ríos torrentosos que empapaban todo aquel que osara cruzarlos en una balsa circular. 


Ahora que las cenizas han decantado y escapamos de los calabozos, ahora que somos los adultos en que nos hemos convertido, con nuestras responsabilidades y horarios que cumplir, miramos de vez en cuando esas callecitas escondidas en nuestra memoria, porque a pesar de todos los demonios internos y monstruos durmiendo debajo de nuestras camas, no dudábamos en ningún momento en que esa vida era la única que teníamos y debíamos recordar cada momento para hacerlo nuestro en lo más profundo de nuestras entrañas. Ya que cada vez que los dinosaurios se volvieran a arrancar y los dragones retornaran a sobrevolar los lóbregos cielos, tendríamos la opción de volver a ser esos niños y niñas que vencían todo con la imaginación, cuando el tiempo aún estaba de nuestro lado para seguir soñando.

Así que en este atardecer aterciopelado contemplamos nuevamente nuestro mundo desde lo lejos, las montañas se reflejan ondulantes en el agua. Con el sol abrasador despidiéndose en el horizonte, nos tomamos de la mano jurando que el recuerdo de días mejores llenos de lentejuelas nos acompañará cuando la noche sea oscura y sombría como ninguna.



Orlando-Pittsburgh junio 2023


miércoles, 21 de junio de 2023

final de viaje

Todo ocurre a través de ti como viene ocurriendo hace 34 segundos, desde tus quince años y desde eso ya han transcurrido 2300 millones de minutos.


No importa cuan oscura sea la noche, la luz va viajando incesante por el espacio, buscando maneras de transportarse.

Señales de vida llegarán desde otras galaxias,

de aquellos que corrieron mejor suerte que nosotros. 


No quiero dejar triste el camino

ni llenar de lágrimas la galaxia.

Las estrellas no nacieron para ello. 

Tal vez lo hicieron, pero teniendo en cuenta el infinito reloj del tiempo ¿qué importa  a estas alturas?


Llegaremos al confín de todo;

nos encontraremos al momento de dar el salto,

estaremos en la orilla del tiempo

con millones  de seres al borde de un precipicio.

Yo estiraré el cuello

como suelo hacerlo de vez en cuando

y te veré un par de filas hacia la derecha. 

Levantaré mi mano en son de saludo

y tú me mirarás como diciendo:“el tiempo que vivimos fue de lo mejor”

y yo interpretaré en tus ojos un “quizá siempre, tal vez después”,

cuando el después era ese precipicio oscuro

y tras nuestro ya venían plegándose unas sobre otras todas las dimensiones que conformaban este precioso,

este maravilloso, bien digo,

universo que un día inventamos.

*


domingo, 28 de mayo de 2023

Tenebroso ADN

 Todo cambió

para mal o para bien.

Todo cromosoma mutó

en un fugaz entrecruzamiento 

de ácidos desoxirribonucleicos.

Ya no éramos los mismos

no éramos los mismos de antes 

y no nos habíamos dado cuenta

cuenta aún no nos dábamos.


Cambiaron los minutos,

cambiaron las horas.

Los días cambiaron 

las semanas cambiaron.

Todo se traslapó

y era ahora tan diferente.


La piel en tu carne,

el pensamiento en el cerebro.

el sueño y la gloria,

la tristeza y melancolía,

todo era lejano a lo que un día fue.


La transición fue pausada,

lentamente fue ocurriendo,

en silencio fue plasmando 

y con sigilo dejando las marcas 

a lo largo de la historia.


Ahora no somos los mismos,

los mismos ya no somos de antes,

de los mismos antes ya no somos.

Somos como el viento que erosiona

en mil años las montañas

dejando lúgubres formas en las rocas.

sábado, 13 de mayo de 2023

El espíritu de la Leona

 ¿Existe aún la magia en las cosas cuando uno ya se ha convertido en adulto? 

Me preguntaba mientras entraba al sendero de los espíritus en la reserva Biológica del Huilo Huilo. Quizá nunca existieron las hadas o más bien los duendes eran personas comunes y corrientes como uno. Quizá es cosa de perspectiva, de mirar una piedra y solo ver una roca compacta e inerte, o en vez de eso darse cuenta que en ella asoma el atisbo de una figura, que bien podría ser una pequeña criatura de fantasía, que cuando nadie le ve salta a la vida y recorre los rincones del bosque, observándonos en silencio escondida entre las raíces de los ruiles.

Entre estas interrogantes me encontraba siguiendo el sendero demarcado que llevaba a la bienvenida de una pareja de Chemamüll, quienes recibían a los que se adentraban al bosque con una postura apacible contemplándoles desde la altura.

A lo largo del camino enlodado aparecían una seguidilla de otras figuras de madera aludiendo a deidades animalescas que había que encontrar observando con detención, pues se perdían en los más recónditos rincones y desvíos, por lo que era sencillo pasarles por alto. 

El sendero era agradable, pequeños pajarillos se escuchaban cantar desde lo alto de las copas, la lluvia de la tarde se dejaba caer fina pero constante, como recordándonos que estábamos inmersos en el sur de Chile. Paseo necesario para despegarse de las telarañas urbanas de la semana, lejos quedaba el ruido de la ciudad y las responsabilidades de lo cotidiano.

Sin notarlo, unos pasos seguían mi andar, hasta que a mi lado se mostró el espíritu de la Leona transformada en perrita que al parecer quería acompañar mi recorrido. Ahora bien escoltado, decidí guiar el camino por el instinto, cerrando los ojos de vez en cuando para grabar en la memoria el sonido de la lluvia cayendo desde lo alto, buscando su camino entre hojas, ramas, helechos, cetas y enredaderas antes de caer al suelo. 

Quizá fue en ese momento que tomé el camino equivocado, una ruta perdida y sin señalética que demarcara un destino en particular. Abundaban las maderas roídas por los años, caudales drenados donde antaño cascadas surcaban su trayecto montaña abajo. 

El espíritu de la Leona despareció de pronto, yéndose tan sigilosamente como llegó. Miré el reloj en el teléfono y habían pasado un par de horas en lo que parecía una caminata de apenas unos minutos. Seguí a paso más rápido, la noche se estaba asentando y más figuras de madera aparecían entre los árboles o debajo de una pequeña cueva formada por un tronco derrumbado. La lluvia comenzó a hacerse más intensa, el cortavientos ya no ayudaba a mantenerse seco y gotas de agua fría se colaban desde el cuello hasta la espalda.

A medida que las sombras se hacían cada vez más extensas, el corazón me palpitaba con celeridad, debía de volver al hotel cuánto antes. En ese instante de premura, como respondiendo a la retórica de la existencia de la magia, comenzaron a aparecer seres luminosos del tamaño de una luciérnaga, desde dentro de los huecos de los troncos arrugados, iluminando con un tenue destello azul el bosque, llenando de un manto etéreo todo cuanto alrededor se mirase.

Apenas observando por dónde me dirigía, me detuve en seco cuando sentí que algo me agarraba de un brazo. Al comprender lo que era, corto fue el instante para reaccionar  antes de que la rama se comenzara a enredar a lo largo de mi brazo, cuando otra desde los pies se propagaba de igual forma. Allí me quedé perplejo tratando sin éxito de zafarme, mirando horrorizado cómo la naturaleza me sostenía entre sus brazos escabrosos. De a poco perdía la movilidad de mi cuerpo, algo desde la médula se bloqueaba y una pequeña corriente recorría cada nervio de mi cuerpo, solidificándolo. Veía cómo mi piel cambiaba lentamente a un color marrón resquebrajado y poco después comprendía que me transformaba en madera, sólida y pétrea madera milenaria, que endurecía mis articulaciones y ligamentos. Sentía el cosquilleo  desde adentro al aflorar los hongos y el musgo que se asomaba entre medio de las grietas que se abrían entre la carne que ya no era carne , sino que era tan sólo leña mohosa y derruida.

Antes de que se me nublase la mirada pude distinguir con el rabillo del ojo las siluetas de seres pequeños que despertaban desde varios rincones del bosque. En pequeños grupos se iban acercando, guiados por una figura felina que lideraba la parsimoniosa marcha y que apuntaba con una de sus garras hacia donde yo me encontraba cristalizado. Supe pero sin posibilidad de confirmarlo que eran los espíritus que deambulaban por entre los árboles, que realmente vivían en el bosque y que yo me convertía sin quererlo en una figura divina de madera inventada por ellos para venerar y encomendarse, para caminar los fines de semana por el bosque y así olvidarse de su fastidiosa rutina de magia, hechizos y conjuros.

Huilo huilo, abril 2023.




viernes, 12 de mayo de 2023

lo que tú de mí de yo para ti

Como que tú eres para mí,

lo que no eres pa’l resto.

Esas palabras que ansías decir

el pensamiento dando vueltas en la cabeza,

5:53 de la madrugada.

Como que tú eres para alguien

el deseo inconcluso

la película no terminada

el libro sin final feliz.

¿Y qué seré yo para ti?

En la penumbra de un rincón

en el asiento trasero del cine independiente.

Ese punto a la izquierda de todo

desapercibido del mundo

sin huella plasmada,

sin rastro que perseguir.


¿Sos ahora mejor que ninguno?

Común denominador de efectos colaterales 

domingo, 26 de marzo de 2023

lucero




No estás más allá del lugar donde deberías estar.


Estás exactamente donde las piezas encajan,

en la dirección correcta del andén donde el tren debe recogerte,

a tiempo para alcanzar a ver el atardecer en la costa del Pacífico, justo en el instante previo a que el sol se esconda hasta un nuevo día.


No estás en el andén de enfrente;

No estás en la costa del Atlántico;

No estás fragmentada por dentro

por muy pequeñita que te sientas:

estás completa 

pero algo despistada.


No es que tu mirada esté nublada,

es que el día amaneció azulado, atestado por una espesa niebla. 

Y entre esa bruma distingues a lo lejos el haz de luz del faro que desde siempre te ha guiado, 

por entre las noches más oscuras,

naufragando en islas en medio del mar,

navegando a la deriva.


No es que no escuches,

son las bocinas de los automóviles haciendo ruido en las calles abarrotadas las que enmudecen el dulce canto de los pajarillos en las copas de los árboles, afuera de la ventana de tu departamento.


No eres la sombra de alguien más y

jamás lo serás;

Eres la estrella que más brilla en el cielo de noche, pequeño queda Betelgeuse a tu lado. Y a pesar de que no muchos lo noten sucede que justo antes del amanecer pasas a ser un lucero más cegador que Venus en todo su esplendor, aunque solo algunos pocos lo logran vislumbrar.