martes, 27 de noviembre de 2018

Cartas a Horacio XVI

Ayer me aconteció algo de lo más elucubrante.

En una conferencia con una edónea Polinésica, después de una sentida traslación de quarks, comenzamos a parlotear sobre los orígenes del cosmos: cuan hilarante fue el big bang y cómo es ahora un multiverso de referencias . 

Después de un par de copas de Garnacha en la estación Esperanza, paseamos por la alameda de baobabs. Ella quiso tomarme el tentáculo, yo se lo cedí . Con su culebra apoyada en mi regazo me transmitió lo mucho que estaba soslayada con una señal de los confines. Una señal de lo más inadhesible, difícil de tansgredir . Mis corazones dieron un pálpito, al acomodarnos en el desierto 198, para postergar el solsticio de Aries. 

Mi titubeo no fue menor al considerar la enana roja y preguntarle a la polinésica: ¿cómo dislumbras a esa señal de feroces facciones?

Y la desdichada refracciona: la dislumbro como uno de esos seres que aparecen en los bytes almacenados en los discados. Los que nos ubican en las sesiones del Origen Civil. Lo sentencio como un humano, como un tal Horacio de un cosmos remoto.


Mi titubeo fue el más recóndito de la postre Iberoneptuniana.


lunes, 26 de noviembre de 2018

Cartas a Horacio XV

El parlamento de estados no independientes declaró ley bobánica desde mañana. 

No más escenografías Horacio, es el fin de la era de la onírica metafísica .

Ahora no habrá necesidad de iniciar conexiones: las larvas tendrán el implante subglobuloso en el grupo tetraédrico. Las larvas del futuro no tendrán que lidiar con anémonas ni con las pesadillas de la era actual. 


¿Qué será de nosotros Horacio? 


domingo, 25 de noviembre de 2018

Cartas a Horacio XIV

Sé que en una noche como ésta,

en un desierto como éste,

con estas lunas alumbrando el cielo oscuro y las supernovas orbitando en el infinito,

tuviste que estar tú también, Horacio, en tu mundo, con tus lamentos y tus flores, soñando con el regocijo de esa plenitud, de hallar un atisbo de referendo en ese desierto, con los cansados tornados, construyendo tu transmisor electromagnético en ese afán de dejar una señal a la postre.

Y en ese desierto no habitaba ninguno, porque el desierto era tu mundo entero. 

Así te imagino Horacio, con tinieblas y melancolía, con contemplaciones y calaveras.




Cartas a Horacio XIII

No existes, Horacio .

No memetrejes existes, Horacio.