jueves, 22 de junio de 2023

La momia, el dinosaurio y la superheroína


Hay promesas que se tardan en cumplir, así como hay sueños que se demoran en generarse en nuestra corteza cerebral. Tal como una flor que se mantiene dormida en la tierra durante 22 años para volver a brotar y erigirse estoicamente en medio de un pavimento inhóspito. Y para lograr alzarse orgullosa y multicolor, no fueron pocos los augurios que se tuvieron que atravesar (dicen que la felicidad es dura de atrapar). Aún quedan los escombros de batallas contra dinosaurios y dragones en medio de este callejón imaginario que algún día fue el mundo entero. El sonido de nuestras risas aún se repite en cada esquina, sobre todo en las madrugadas más calurosas, cuando nos quedábamos despiertos sin poder dormir sentados en el puente mirando hacia el castillo sobre la colina: si escuchábamos con cuidado se podía oír aún el ronroneo de las motocicletas que antes rugían estrepitosamente en el interior del bosque. 

Desde lo alto podíamos observar las pequeñas criaturas que inventábamos para poder escaparnos de los ruidos de las llamas bullendo sobre la ciudad:

un gato saliendo del sombrero que comía manzanas verdes con caramelo;

robots que se transformaban en guerreros motorizados;

diminutas figuras de colores saltando de un lado a otro para llenar la noche oscura de auroras boreales;

superheroínas con poderes electrizantes a quienes vitoreábamos con un fervor enardecido. 

La momia sentada a nuestro lado nos recuerda también las desdichas de los ríos torrentosos que empapaban todo aquel que osara cruzarlos en una balsa circular. 


Ahora que las cenizas han decantado y escapamos de los calabozos, ahora que somos los adultos en que nos hemos convertido, con nuestras responsabilidades y horarios que cumplir, miramos de vez en cuando esas callecitas escondidas en nuestra memoria, porque a pesar de todos los demonios internos y monstruos durmiendo debajo de nuestras camas, no dudábamos en ningún momento en que esa vida era la única que teníamos y debíamos recordar cada momento para hacerlo nuestro en lo más profundo de nuestras entrañas. Ya que cada vez que los dinosaurios se volvieran a arrancar y los dragones retornaran a sobrevolar los lóbregos cielos, tendríamos la opción de volver a ser esos niños y niñas que vencían todo con la imaginación, cuando el tiempo aún estaba de nuestro lado para seguir soñando.

Así que en este atardecer aterciopelado contemplamos nuevamente nuestro mundo desde lo lejos, las montañas se reflejan ondulantes en el agua. Con el sol abrasador despidiéndose en el horizonte, nos tomamos de la mano jurando que el recuerdo de días mejores llenos de lentejuelas nos acompañará cuando la noche sea oscura y sombría como ninguna.



Orlando-Pittsburgh junio 2023


miércoles, 21 de junio de 2023

final de viaje

Todo ocurre a través de ti como viene ocurriendo hace 34 segundos, desde tus quince años y desde eso ya han transcurrido 2300 millones de minutos.


No importa cuan oscura sea la noche, la luz va viajando incesante por el espacio, buscando maneras de transportarse.

Señales de vida llegarán desde otras galaxias,

de aquellos que corrieron mejor suerte que nosotros. 


No quiero dejar triste el camino

ni llenar de lágrimas la galaxia.

Las estrellas no nacieron para ello. 

Tal vez lo hicieron, pero teniendo en cuenta el infinito reloj del tiempo ¿qué importa  a estas alturas?


Llegaremos al confín de todo;

nos encontraremos al momento de dar el salto,

estaremos en la orilla del tiempo

con millones  de seres al borde de un precipicio.

Yo estiraré el cuello

como suelo hacerlo de vez en cuando

y te veré un par de filas hacia la derecha. 

Levantaré mi mano en son de saludo

y tú me mirarás como diciendo:“el tiempo que vivimos fue de lo mejor”

y yo interpretaré en tus ojos un “quizá siempre, tal vez después”,

cuando el después era ese precipicio oscuro

y tras nuestro ya venían plegándose unas sobre otras todas las dimensiones que conformaban este precioso,

este maravilloso, bien digo,

universo que un día inventamos.

*