domingo, 26 de marzo de 2023

lucero




No estás más allá del lugar donde deberías estar.


Estás exactamente donde las piezas encajan,

en la dirección correcta del andén donde el tren debe recogerte,

a tiempo para alcanzar a ver el atardecer en la costa del Pacífico, justo en el instante previo a que el sol se esconda hasta un nuevo día.


No estás en el andén de enfrente;

No estás en la costa del Atlántico;

No estás fragmentada por dentro

por muy pequeñita que te sientas:

estás completa 

pero algo despistada.


No es que tu mirada esté nublada,

es que el día amaneció azulado, atestado por una espesa niebla. 

Y entre esa bruma distingues a lo lejos el haz de luz del faro que desde siempre te ha guiado, 

por entre las noches más oscuras,

naufragando en islas en medio del mar,

navegando a la deriva.


No es que no escuches,

son las bocinas de los automóviles haciendo ruido en las calles abarrotadas las que enmudecen el dulce canto de los pajarillos en las copas de los árboles, afuera de la ventana de tu departamento.


No eres la sombra de alguien más y

jamás lo serás;

Eres la estrella que más brilla en el cielo de noche, pequeño queda Betelgeuse a tu lado. Y a pesar de que no muchos lo noten sucede que justo antes del amanecer pasas a ser un lucero más cegador que Venus en todo su esplendor, aunque solo algunos pocos lo logran vislumbrar.