jueves, 26 de noviembre de 2020

Cronoscópico

Entre una videollamada y otra, en medio del teletrabajo, descubriste el sabor amargo de lo cronoscópico.


Tardaste 53 años mil años (¿o serían 42 segundos?) en comprender que no es que perdías el tiempo, lo que sucede en verdad es que el tiempo se perdía en ti.


Nada como los recuerdos taciturnos de un futuro lejano, la memoria melosa de que lo bueno siempre llegará después.


Nada como las ilusiones delirantes de un pasado borrado, la irresoluta añoranza de que fuiste algo importante, más que la serpentina pisoteada en la alfombra después de la fiesta con algunas botellas de espumante para niños esparcidas por el piso.


¿Será entonces el ayer, un mañana para otro?


Sí, te contestan algunos compañeros de la reunión, los que se conectan tarde, claramente, echándole la culpa a problemas de banda ancha.


Si hoy estás de la forma en que siempre has estado, toda vez que los pulsos cruzan tu alma y te dejan sin aliento. Quien sabe quizá si mañana estarás de la forma de siempre, en una ameba rebelde o mejor aún, en la transposición de moléculas del ser multicelular más desarrollado de un planeta violeta en la estrella Kepler.


Qué día es hoy, si mañana es jueves y antes de ayer domingo. Trescientos quince soles contaste al amanecer pero solo 17 viste en el crepúsculo.


Qué sucederá con los que vienen, qué tiempos le esperarán. Serán deseosos de soltar el silencio guardado, de esperar el momento perfecto, cuando el momento perfecto ya había pasado: 

lo anunciaron en las noticias:

“Hoy desaparecieron todos los relojes del mundo” decían los titulares.


Ya no habrá un después y el antes es no más que un dulce imaginario, ser parte de todo sin ser la pieza que faltaba o el eslabón imprescindible...

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....Todo el big bang y la inflación cósmica se detienen en un segundo infinito pero tan  frágil que se desvanece al aparecer en la pantalla el aviso de una llamada entrante.