lunes, 8 de febrero de 2010

Au revoir Chile!


Sólo resta esperar para que todo lo que habíamos esperado se haga por fin realidad.
Para que el itinerario escrito en excel se transforme en días de verdad y horas de verdad; para que las fotografías que tanto repasamos en internet se pongan frente a nuestros ojos de manera natural para quedarse pegadas en nuestras memorias por mucho tiempo; para que los lugares escritos en los libros se conviertan en las calles por las que caminaremos quizá perdidos buscando un lugar para alojarnos.

ya antes de que comience me está gustando, aunque se me congele el rostro con la nieve o me caiga de la torre Eiffel. Ya es bonito así nada más.

Au revoir Chile y a todos los que me llevo conmigo nuevamente en mi maleta y a todas partes como siempre.


je habité en sanbdo

La inherencia de las cosas de la casa

La casa se veía mucho más grande mirada desde el piso, sobre la alfombra, con la cabeza hacia el cielo, los brazos extendidos como si estuviese crucificada, con un ojo mirando hacia el techo siguiendo la trayectoria de un bicharraco que entró sin ser invitado a la casa y con el otro mirando hacia el pasado, hacia lo que había sido en un comienzo un buen sueño para perseguir.

Los platos no se veían tan sucios si se les mira de lejos, apoyada contra la puerta que da al patio lleno de cachureos, mordiéndose un labio y rascándose la cabezaydetrásdelaoreja.

La habitación no se veía tan solitaria si se está en un rincón oscuro de ella, observando la cama vacía pero con almohadas, el velador vacío pero con papeles, el piso vacío pero con una alfombra.

“El tiempo pasa más rápido si no se mira el reloj, si el reloj no se mira y se cierran los ojos. El tiempo pasa más rápido cuando no se espera nada, ni se cuentan los días en el calendario al despertarse cada mañana para levantarse e ir a preparar el desayuno.”

los vasos fueron hechos para ser usados como vasos. se llenan con agua de la llave, luego uno se la toma sin dejar una sola gota y los lava con la esponja”, susurraba, ya en el piso, ya apoyada en la puerta, ya en un rincón oscuro de la habitación o con los ojos cerrados dejando pasar el tiempo. “ no sirven para cortar la carne para el asado familiar o para lavarse los dientes al recién despertarse. No sirven para peinarse, menos aún para hacerlos rebotar en el suelo o para escribir mensajes de amor a la persona que amas pero que no lo sabe. Pero si se los ponen unos sobre los otros, entonces resulta que sirven para edificar torres. Torres que no duran mucho, claro. Que se rompen fácilmente, al más mínimo portazo que pegas cuando llegas a la casa enojado. Pero siguen siendo vasos, ¿cierto? No se les cambia el nombre porque los use para escuchar el mar cuando me los pongo en la oreja y así no escucharte cuando me cuentas lo mal que te fue en el trabajo hoy. Mi nombre será el mismo aunque me vaya a vivir a una isla tropical en medio del Pacífico, del océano Pacífico, lejos de ti y de mí (de los dos al mismo tiempo), de lo que nos hemos convertido a lo largo de todos estos años, alejados del sueño que alguna vez compartimos.

Aquí va la ditamal dadver: la casa seguirá siendo pequeña aunque la mire desde el piso, los platos sucios seguirán estando sucios aunque los mire desde lejos, la habitación seguirá pareciéndome solitaria aunque estés tú durmiendo sobre ella y el tiempo seguirá pasando con lentitud y parsimonia aunque cierre los ojos, deseando con locura que los palillos del reloj se detengan un mísero segundo y comiencen a retroceder pausadamente para vervol a zarcomen (para dejarme respirar)”