jueves, 24 de diciembre de 2020

Teoría de permanencia



Sí.

A veces realmente sí.

Hay días en los que la nostalgia te envuelve desde la mañana, te abraza  durante el día, te acompaña en un puesto de la mesa durante el almuerzo y luego te acurruca en la cama, llegada la noche.

¿Serán los días venideros tras los que ya vinieron una sucesión de eventos neuronales, que posteriormente permanecerán como recuerdos?

Recuerdos pequeños, 

diminutos,

Dimi-dimi-diminutos.

De los más etéreos, aquellos primitivos, que ejercen la más mínima influencia en los aconteceres de los días sábado, en la mañana, tomando desayuno.


Jamás los retomarás (a los recuerdos de aquellos días de nostalgia, bien digo) pasarán desapercibidos como una sonrisa en la calle, la más coqueta de todas, pero detrás de una mascarilla.


Pero tratas fehacientemente de aferrarte a ellos, de repetirlos en tu memoria como un libreto aprendido por un actor de teatro experimental:

No quieres que se vayan.

Quieres que permanezcan eternos,

infinitos,

inagotables,

como las hojas del quillay de la vereda de enfrente.


Buscas alguna evidencia de que tu teoría es cierta: que solo así uno es eterno, si el recuerdo permanece en la memoria. Pero no el recuerdo de lo que tú eres para el resto, sino que los tuyos propios proyectados en el espacio: estos recuerdos luego de interminables repeticiones se transforman en algo palpable , en una intención que perdura a través del tiempo. Quizá te aterra el saber que todo tiene un fin, odias los finales de tus series favoritas, no te convence la idea de que todo se va a separar en miles de pequeñas moléculas y se transformará en el más impenetrable de los hielos.


En esa búsqueda de certezas, te empeñaste en buscar en páginas de internet rastros de otras existencias efímeras como la tuya. Buscaste una semana completa vídeos del año 1996 (nunca sabré bien porqué escogiste esta fecha para empezar, pero tengo mis teorías). Viste los vídeos de Laura Branigan en el Festival de Viña del Mar.  Pero no era la existencia de ella la que te interesaba. Aunque muy tristemente dejó ella de existir a los 47 años y por lo mismo podría haber sido una candidata de tu investigación. Pero no, no resultaba así . Debías buscar la certeza en sólo aquellos que destacaban menos, los más irrelevantes, pero con el ímpetu a flor de piel, con ese ahínco de permanencia, como tú.


Entonces no era Laura cantando Self Control, recibiendo una antorcha de plata. Era la modelo que le llevaba el trofeo, pero quedaba totalmente descartada si ese inicio en su carrera la llevaba a ser presentadora de productos de belleza, en los comerciales del día viernes entre medio del estelar más popular del canal trece. Tal vez, solo tal vez, si hubiese sido de los comerciales del día domingo, temprano en la mañana, cuando prácticamente nadie está despierto. O quizá alguien del público, con una pancarta elevada al aire con un mensaje de saludo a su comuna de origen, como si aquello fuera la primera cosa que se le vino a la cabeza al momento de escribir en el cartón. O cualquiera que al momento de ser enfocados en la pantalla no se supiera la letra de las canciones y moviera la boca balbuceando algo ininteligible, y que saludaría con euforia al instante volátil de darse cuenta que su cara está siendo proyectada en las pantallas del escenario.


Luego fueron los reportajes en el periódico de internet. No eran las noticias de la portada, claro. Eran más bien las últimas publicaciones al deslizar incansablemente la página hasta el final. Las noticias de descubrimientos de Exoplanetas eran perfectas. Pero tampoco era el reportaje realizado por una estudiante de periodismo que estaba  haciendo su práctica profesional en un diario que en su versión impresa obtenía escasas ventas en los negocios de la esquina,  eran los comentarios publicados, los menos comentado eran los mejores candidatos. Hacer click en la página personal de la persona que comentaba y revisar su muro, por muy psicopático que pareciera. Descubrir sus gustos personales, para deducir entonces su gusto en la comida de los días lunes o su tendencia musical para deducir entonces los bares que visitaba cuando salía de parranda, si es que no había una notificación de compromiso en su estado personal.


Y sí, 

A veces realmente sí los días te van pasando unos sobre otros, mirando la ciudad marchita tras la ventana, los edificios con sus encuadres desdibujando el horizonte, creando un nuevo paisaje, 

y tú despertando 

y tú durmiendo

y tú despertando otra vez más,

con ese dilema de existir para qué, para quién...


Deseando que todo ese pensamiento,

toda esa melancolía de entender la alta probabilidad de no permanecer en el tiempo, tenga un buen destino. Te despelleja ese temor de desparecer, quizá por eso y no por otra cosa continúas levantándote cada mañana, preparándote el café con leche y pan tostado con mantequilla.


Pero sucede que sí,

siempre sí,

tuviste razón todo el tiempo.


No es esto una declaración de intención, una palmada en la espalda para hacerte sentir bien. Es que tu teoría de la permanencia realmente tiene algo de cierto. Te lo digo yo, que luego de muchos años te escribo estas palabras, tiempo después de que finalmente  desapareciste por tu propia decisión un día 02 de noviembre. 


Y buscándote de la misma forma en que buscabas a otros sin saber que encontrar, te hallé un día cualquiera, como todos los otros días que vienen pasando tras de mí y de ese modo entiendo ahora todos tus pensamientos, 

toda tu forma de entender el cosmos y tus días de nostalgia y permaneces ahora, siempre y nunca al mismo tiempo, en todo momento, en todo lugar. 



jueves, 26 de noviembre de 2020

Cronoscópico

Entre una videollamada y otra, en medio del teletrabajo, descubriste el sabor amargo de lo cronoscópico.


Tardaste 53 años mil años (¿o serían 42 segundos?) en comprender que no es que perdías el tiempo, lo que sucede en verdad es que el tiempo se perdía en ti.


Nada como los recuerdos taciturnos de un futuro lejano, la memoria melosa de que lo bueno siempre llegará después.


Nada como las ilusiones delirantes de un pasado borrado, la irresoluta añoranza de que fuiste algo importante, más que la serpentina pisoteada en la alfombra después de la fiesta con algunas botellas de espumante para niños esparcidas por el piso.


¿Será entonces el ayer, un mañana para otro?


Sí, te contestan algunos compañeros de la reunión, los que se conectan tarde, claramente, echándole la culpa a problemas de banda ancha.


Si hoy estás de la forma en que siempre has estado, toda vez que los pulsos cruzan tu alma y te dejan sin aliento. Quien sabe quizá si mañana estarás de la forma de siempre, en una ameba rebelde o mejor aún, en la transposición de moléculas del ser multicelular más desarrollado de un planeta violeta en la estrella Kepler.


Qué día es hoy, si mañana es jueves y antes de ayer domingo. Trescientos quince soles contaste al amanecer pero solo 17 viste en el crepúsculo.


Qué sucederá con los que vienen, qué tiempos le esperarán. Serán deseosos de soltar el silencio guardado, de esperar el momento perfecto, cuando el momento perfecto ya había pasado: 

lo anunciaron en las noticias:

“Hoy desaparecieron todos los relojes del mundo” decían los titulares.


Ya no habrá un después y el antes es no más que un dulce imaginario, ser parte de todo sin ser la pieza que faltaba o el eslabón imprescindible...

.

.

.


....Todo el big bang y la inflación cósmica se detienen en un segundo infinito pero tan  frágil que se desvanece al aparecer en la pantalla el aviso de una llamada entrante.


jueves, 17 de septiembre de 2020

puentes

Son todos esos puentes que unen lo incierto con lo auténtico,

ese delgado hilo que teje a diario redes de confusión en las miradas que cruzas en la calle.

Esas conexiones frágiles que estableces con la realidad,

porque en los sueños siempre es grato pasar una tarde entera tomando una copa de vino, en un parque, a la espera del atardecer.

Se van acercando cada días más a esa orilla donde los momentos son sólidos,

tangibles,

degustables,

ni tan volátiles como aquellos recuerdos de madrugada, temblando en la cama buscando respuestas y espantando fantasmas.

Pero a veces el puente no es de hierro forjado,

es un puente colgante, derruido por el tiempo,

a punto de cortar sus amarras,

dejándote en caída libre a un vacío de olvido,

aferrándote a la idea,

a la pequeña esperanza,

que  en ese descenso estrepitoso,

te hayas puesto tu paracaídas de emergencia.

sábado, 29 de agosto de 2020

tercera causal

Todo gira en remolinos en la cabeza, los mensajes en el teléfono suenan por montón y son más complicados que esos remolinos turbulentos.

“Todo es un menjunje”, como decía la abuela. Quizá si la abuela estuviera hoy, preparándose su desayuno en la mañana, estaría como nunca callada, pensativa, con la mirada perdida, pensando en qué aconsejar en estas circunstancias, tomándose un té de bailahuén.

Quizá su consejo hubiera cambiado el transcurso de la cosas, hubiera apaciguado el remolino. 

Su mundo, en su tiempo, era tan distinto al de ahora.

No es el posible consejo, no es tampoco la ilusión de niña mientras yo jugaba con mis muñecas regaladas en navidad.

No es la mirada del señor que me hizo la ecografía, ni la fotografía en blanco y negro de lo que va creciendo dentro mío.

Son los recuerdos en la memoria, las pesadillas en la noche, despertar con el pelo pegado de sudor detrás del cuello. Es el cuello que agarrabas con una mano, el peso de tu cuerpo sobre mí, tu aliento entrando y saliendo mil veces en cada jadeo, comiéndose mis pulmones, masticando mis entrañas e implantándose en las cavidades abatidas, en ese desolado nicho donde brotan millones de lastimosas células como un menjunje de tejidos. 

No es el camino de años a cuestas, es ponerle fin a todo esto  el día lunes, entrando al hospital a las ocho de la mañana. 

domingo, 23 de agosto de 2020

la paz y la verdad

No hay verdad que por muy verdadera que sea 

se convierta en la más absoluta, 

la que reine por sobre todos 

en cada uno de los presentes.

Y tú quisieras encontrar la palabra perfecta

la que perdure más en el tiempo 

la que prolongue la tranquilidad

porque la paz también es cierta

tan cierta que puedes tocarla.

Y te enamoras de esa paz,

y te la llevas a tu casa

te la llevas a la cama,

y salen a pasear por el parque 

los domingos en la mañana.

Salen a cenar a la comida hindú

los lunes en la noche,

y van al cine de películas clásicas 

los viernes por la tarde.

Y un jueves cualquiera

llegas antes del trabajo 

a tu casa 

porque anunciaron una nueva pandemia en las noticias,

y descubres que la paz 

nunca fue tan cierta,

la pillaste chanchito

disfrazándose muy serena,

muy tranquila

poniéndose su máscara

como si nada.

Y con la misma parsimonia,

se gira y te dice :

“no hay verdad que por muy verdadera que parezca se convierta en la más absoluta”.

Y entonces le tomaste la mano

cariñosamente 

pero con firmeza,

le besaste en los labios 

y le hiciste el amor como nunca esa noche.


jueves, 18 de junio de 2020

Los cuervos

El primer cuervo lo vimos una tibia tarde de otoño, cuando casi todos volvían de sus trabajos a encerrarse en sus departamentos. Cruzó el cielo de nubes rosadas, describiendo una trayectoria irregular quizá producto del agotamiento propio luego de un viaje extenso, apresurado por recostarse sobre la rama de un árbol (como las personas en sus apartamentos).

No fue difícil identificarlo: fue como una mancha en un vestido claro, un lunar aislado en tu piel pálida: pero sí nos costó convencernos de que el cuervo era realmente cuervo y no un murciélago o una ardilla voladora. El último que habíamos visto había sido en Luxemburgo, tan lejos de nuestro lugar, tan lejos de nuestro tiempo actual.

No quedó duda de la veracidad de su existencia cuando al transcurrir los días, los perros ya no se olfateaban las colas ni jugaban como en semanas anteriores. Más aún cuando las abuelas que antes eran muy amigas ahora ni siquiera se decían “Buenas tardes, querida ¿cómo estás?, ¿mucho calor? “

Los días cada día se tornaron más fríos y las hojas de los árboles abandonaban el esqueleto que las sostuvo durante la estación pasada.

Yo me negaba a convencerme a la idea de su llegada, más que por rabia, por el miedo de dejar desaparecer nuestro sueño, que tantos años y abrazos nos costó construir. Pero a cada atardecer que sucedía, más cuervos aparecían sobre los árboles,

Sobre los cables del alumbrado,

En el tejado de las casas,

En la azotea de los edificios,

Durmiendo sobre los autos,

Graznando cada vez que alguno se atreviera a acercarse.

“Nunca pensé que llegarían los cuervos a esta ciudad. Mamá dijo que algún día ocurriría, pero no le creía”- dijo la abuela que caminaba apoyada en su muleta una tarde que me crucé con ella de vuelta del trabajo, quien al parecer se resistía a abandonar su costumbre del paseo diario, aunque ya no hubiera nadie que la acompañase (nadie excepto su perrita negra).

Yo quise responderle que no era nada malo, que todo mejoraría en el siguiente equinoccio, todos volveríamos a ser como antes; los perros volverían a olfatearse las colas y las abuelas volverían a ser amigas, pero cuando me dispuse a abrir la boca para lanzar las palabras, los cuervos comenzaron a gritar en conjunto, fuertemente desde sus nidos, escondidos, ahogando lo que tenía que decirle a la abuela, que para entonces ya estaba tapándose los oídos y las lágrimas brotaban de sus cansados ojos.

Envuelto en un semblante oscuro, cerré los labios, crucé la plaza y me alejé dejando a la abuela solitaria en su banca, en dirección hacia mi apartamento.

Desde el balcón vi la ciudad dormirse y sobre ella, millones de machas negras  despertando bulliciosamente sobre los tejados, emprendiendo el vuelo, dando vueltas por el cielo.



Los cuervos se habían tomado la ciudad


.

sábado, 23 de mayo de 2020

recuerdos y pokemones



Es más por saber cómo llegarás a casa, después de un arduo día de trabajo.

Verte en la esquina de una calle llena de gente 

o toparnos en una discoteca ya clausurada,

Tú con tu mundo,

Yo del otro lado de la galaxia ,

a la espera de que tus telescopios encontraran mis lunas orbitando a la deriva .

Fue entonces que cruzamos nuestras trayectorias, tú hacia el norte con la mirada despistada , yo hacia el sur sobre un tren hacia ninguna parte .

Quisiera que tomáramos nuestras copas de vino

las bebiéramos hasta la madrugada,

recordándonos cómo éramos ,

en ese instante de no saber quiénes éramos del todo .

Ya dejé de cazar pokemones por ti,

ahora voy sin destino caminando viendo el cielo, cabeza en alto, cuán distinta está la ciudad que nos vio crecer .

Y ahora que vamos de un lado al otro de la mano, la vía láctea es nuestro camino, 100 años luz de distancia junto a ti .


lunes, 4 de mayo de 2020

lluvia

Hoy quiero que llueva mil años, 

Y flotar a la deriva en el mar que se vaya gestando.


Nacer y renacer 

Como las verbenas florecen en primavera

Como el lucero aparece al alba cada mañana .


Dejar atrás los fantasmas. 

Acallar las voces en la cabeza, 

Ponerlas en silencio un buen rato.


Correr sin rumbo, 

en un campo sin vallas que marquen los límites, libre de ataduras, libre de prejuicios.


Volver a salir del cuadro y contemplar la pintura desde un rincón del museo,

Como un turista tomándole fotos a la Mona Lisa, solo que el cuadro no habría más que lluvia, 

Lluvia cayendo por mil años.

jueves, 30 de abril de 2020

Diario de una cuarentena 6

Érase un tiempo donde fuimos libres.

Donde se podían recorrer los pasajes de esta ciudad sin temerle a nada.

Érase un mundo donde nos tomábamos de la mano y nos abrazábamos al encontrarnos con nuestros hermanos.

Y podíamos juntarnos en el departamento con los amigos, conversar sobre cómo va la vida, cómo va la pega y cuánto han crecido los niños, tomándonos unas cervezas.

Eran las noches donde bajábamos al perrito a la calle y ya no le limpiábamos sus patitas al regresar a casa.

Podíamos salir y tomarnos un helado,

o caminar codo a codo por el parque mientras la tarde caía sobre en la ciudad.

Podíamos salir de nuestras casas sin necesidad de mascarilla: la pandemia ya había pasado, lo peor ya había quedado atrás, estaba bien guardada en nuestros recuerdos, en la materia gris de nuestro cerebro.


martes, 28 de abril de 2020

Diario de una cuarentena 5

Hoy pedimos un permiso temporal para salir. Nos fuimos a vacunar contra la influenza.

Corrimos por las calles desoladas,

Los edificios en silencio en cuarentena

No habían autos que se interpusieran en nuestro camino,

Ni tumultos que coparan las esquinas.

Fuimos solo nosotros y las aves,

Algunos zorzales repartidos 

Y unos mirlos buscando su alimento del día.

Las hojas secas llenaban las veredas,

El azul dominaba el cielo,

El sol nos abrazaba con su tibia luz de otoño.

Fuimos dueños de la ciudad por un día.


lunes, 27 de abril de 2020

Diario de una cuarentena 4

Desde pequeño que le escribo cartas a un  extraterrestre.
Con la idea de que algún día descubriríamos que existe vida en otros planetas y les compartiría mis palabras, que llevaban guardadas para ser leídas.
Hoy, después de muchos años sin escribirle, hice una nueva carta, que al final terminaba: 

“Mejor  es que no vengan a nuestro planeta”

.



domingo, 26 de abril de 2020

Diario de una cuarentena 3

Llamada entrante de mamá

-Hooola hijo querido (en un tono muy agudo)
-Hola Mamita... Cómo va todo por allá?
-Aquí en la cama viendo tutoriales . Estás bien chascón.
-¿Segura no les hace falta nada?
-No hijo, estamos bien por el momento. 
-En todo Abril no habrán clases en los colegios. Papá no tendrá niños en el furgón por un rato. 
-Sí hijo. Pero estamos bien, hay que cuidarse. Ese viejo porfiao' dale con salir. Anda buscando no sé qué repuesto para el auto. 
-Que se cuide, no tienen que salir. Tienen que quedarse encerrados. Ya sabes cómo están las cosas.
-Sí hijo. Hay veces en el día que me da coronavirus y después como que se me pasa.
-Bueno mamita, te quiero mucho y cuídense.
-Besitos 

Llamada finalizada

Son las 21:03 hrs. Se escuchan aplausos mezclados con algunos cacerolazos a lo lejos que interrumpen el silencio que reinó durante el día... Me prometo a mi mismo que la próxima vez que vea a mis papás los abrazaré muy fuerte.


viernes, 24 de abril de 2020

Diario de una cuarentena 2

Despertar y creer que todo es una pesadilla producto de una película de ciencia ficción que vimos anoche en Neflix. Luego despertar en serio y la película de ciencia ficción resulta que no fue ningún sueño.
Revisar los nuevos casos confirmados, analizar la curva y compararla con Corea del Sur. 
Pensar en cómo cambia la vida de un fin de semana a otro, el cerebro puesto a prueba nuevamente. La tripa se va adaptando a esta nueva realidad, a nuestra nueva rutina. 
Bajar a Wally tres veces al día, que haga sus cosas y encerrarse de nuevo. Limpiarle las patitas con agua y jabón. Se enoja mucho cuando le limpiamos las patitas. Desinfectarle el arnés y la chapa de la puerta con toallitas de cloro. Lavado de manos hasta el codo cantando Baby One More Time en la cabeza.
Reuniones por videollamada, tomar decisiones a distancia, saber cómo va la cuarentena para todos y el otro día había un puma caminando por las calles de Santiago. Otra tarde que se va.
Otro día de cuarentena (Hoy empieza la real cuarentena).
Ya son cuatro los fallecidos. Pero me deja tranquilo saber que tenemos el mejor sistema de salud del planeta. 

jueves, 23 de abril de 2020

Diario de una cuarentena 1

Hoy hice ecografías a 17 pacientes. Algunas traían puesta mascarillas, otras no. Me gusta el número diecisiete. Santiago se vacía de a poco, la gente exige quedarse en sus casas. Almorzamos Tacos al Pastor y vimos un capítulo del Mesías. En México hay 251 casos.

La anosmia parece ser un síntoma inicial vinculado a la infección. Limpiamos la cocina y Taylor Swift siempre dijo la verdad. Sí. 

Salimos a comprar, tuvimos un poco de miedo. Tú entraste al supermercado y compraste Cloro en gel pero sin cloro. Yo fui a la farmacia y me compré pintura de uñas, me las pinté color cereza en pastel. 

lunes, 9 de marzo de 2020

La pesadilla de Nicanor

Y así nos dejan los  changuitos preguntándose:  ¿De aquí a donde ? ¿Y cuándo?
Todo parece surgir de un sueño que tiene el changuito bebé en la noche, sobre la copa de un árbol a 25 metros de altura, cerca de los puentes colgantes, mientras las nubes cargadas de lluvia descargan su fuerza sobre la jungla.
Y en el sueño el chango viaja lejos y se llama Nicanor  y cree llegar a otro país en otras latitudes, sin tanto verde y a veces sin tanto silencio, ni a veces tan oscuro tampoco. Está con otros animales, que chillan raro y caminan raro y huelen raro y tienen costumbres extrañas, como levantarse temprano en la mañana con un aparato que les indica que deben levantarse temprano en la mañana. Y estos animales utilizan herramientas sofisticadas para alimentarse, calentando café en otro aparato y bebiéndolo a una velocidad acelerada.
En los caminos que recorren hacia sus destinos (como para el changuito son las copas de otros árboles) no hay hormigas que acarreen hojas en sus lomos ni caciques crestados que sobrevuelen el horizonte camino hacia el volcán.
Se encierran en unos compartimentos y observan durante horas unos dispositivos luminosos que al parecer les envían mensajes como los monos aulladores emiten sus chillidos bien entrada la madrugada .
Y en el sueño el changuito suele vestir algo que imagina se llama corbata sobre algo que imagina se llama camisa y hay momentos en que algo le hace recordar el verde de la selva, un momento de respiro entre tanto ajetreo para encontrarse consigo mismo, pero otro animal de los mismos se acerca y le dice en un idioma difícil de comprender algo así como “tienes otra reunión agendada a las 11:30 hrs” y un suspiro exhala por la boca .
Al atardecer todo es caótico cuando debería ser de lo más tranquilo. De regreso a su madriguera un millón de máquinas emiten sonidos ensordecedores y el corazón se agita sin darse cuenta, y las pupilas se dilatan sin darse cuenta y llega a su refugio donde otros animalitos bebés le esperan mirando sus aparatos que emiten las mismas luces con mensajes similares a los del día.
Y entonces el changuito despierta asustado en la copa del árbol a mitad de la noche lluviosa, con el corazón palpitando a mil por hora. Mira a su alrededor y logra distinguir la silueta de los árboles esparcidas como un océano hasta más allá del horizonte...

Todo había sido una fea pesadilla.

El árbol se mueve de un lado a otro  al suave compás de la brisa que envuelve la selva. En el vaivén de una rama el changuito mantiene el equilibrio sin esfuerzo, como siendo mecido en una cuna. Todo parece tranquilo en lo profundo de la noche. Las luciérnagas brillan a lo lejos, las ranitas croan sutilmente y la luz de lo que parece ser eso que llaman automóvil se enciende por allí abajo  y se aleja perdiéndose por un camino rumbo a alguna ciudad lejana.

miércoles, 26 de febrero de 2020



Hay algo en la arena
En el sol y en las libélulas.
Una sensación en la selva,
En el viento y la luna llena.
Y es que en cada amanecer
El sol se refleja en el mar
Cubriéndonos de oro 
Llenándonos de dicha.
Y es que en cada atardecer ocurre lo mismo
Somos dorados de aquí y hasta el fin del mundo.
Ese algo que se siente estaba escondidito dentro
Todo el resto del año,
Callado y guardado
Como en un baúl con candado.
Ahora se libera en este paraíso,
Se toma el mundo entero y lo pone dorado 
Es parte de nuestro día a día,
Y de todo lo que habíamos soñado.