martes, 11 de diciembre de 2007

Primero en primera, paso a segunda y Reversa.

Saco el freno de mano, pongo mi pie hasta el fondo en el acelerador, paso el cambio a primera mientras suelto el embriague y echo a andar mi conciencia. No respeto ninguna señal que me indique donde debo parar o doblar ( a las pelotas el artículo 110 de la ley de tránsito). Atropello lo que se me cruce: perros piojosos, gatos con tiña, viejas con bolsas del Tottus, un par de monjas en un paso de cebra, un ciclista que iba por la ciclovía. Doblo en una esquina por si encuentro un buen camino a seguir y me topo con una calle sin salida. Pongo reversa y continúo avanzando sin saber dónde. Diviso por el espejo retrovisor siluetas que no alcanzo a reconocer. Rostros que se me hacen conocidos porque alguna vez los vi en algún callejón. Suelto las manos del manubrio y me dejo llevar por el momento. No me doy ni cuenta y ya me estoy comiendo las uñas hasta los dedos; o rompiendo algún papel en mil pedazos; o dando vueltas en círculos en el mismo lugar; o golpeándome la cara por inercia cuando estoy pensando algo estúpido. No me doy ni cuenta cuando las pongo de nuevo sobre aquél, mientras dejo atrás recuerdos absurdos.
Sigo viendo rostros semi-conocidos de alguien que no recuerdo, de alguien que dejé perdido en alguna calle de la cual no recuerdo el nombre.

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