martes, 7 de octubre de 2025

hay viajes

 


Hay viajes hacia el interior que te llevan a infinitas partes.

Hay viajes que no te llevan a ningún sitio, aunque te empeñes en recorrer el mundo entero volando en primera clase. 

Y de pronto te das cuenta que ya eres adulto y los años van pasando. Ahora vas en un tren camino a donde la vida te ha estado llevando desde hace algún tiempo. Ves los paisajes por la ventana y de pronto te topas con tu reflejo cuando la luz del sol pega en el ángulo correcto. 

¿Cómo es eso de encontrarse a uno mismo? Si cada mañana me miro al espejo, me como el yogurt con avena, granola y un plátano, voy a la oficina, me observo en la cámara de la videollamada, paseo al perrito, me afeito en las noches, me tomo selfies con el teléfono. ¿Acaso no estoy conmigo mismo en cada momento?

Pero qué es eso de estar sin estar del todo, estar a tres cuartos, parcialmente siendo una porción pequeña de la identidad que te corresponde. Quizá por eso te alejas, quizá por eso vas viajando. No por querer encontrarte, sino más bien para escaparte de ti mismo, de tus ataduras enmarañadas, de tus batallas inconclusas que llevas lidiando por más de seis siglos.


Y en este viaje ves nuevamente a los fantasmas de siempre persiguiéndote por las vías del tren, jugando a saltar de un lado a otro sin perder el equilibrio. Están sobre las montañas esquiando y también dándose zambullidas en las gélidas aguas de los ríos precordilleranos. Son tres o bien cinco o tal vez treinta seis mil. Tienes el temor de que el tren se detenga a mitad de camino y que se suban al vagón disfrazados de turistas franceses, gritones como ningún otro, se sienten frente a ti y te miren fijamente haciendo morisquetas cuando la asistente del tren se gire a servir café a los brasileños del asiento de al lado. Y qué tal si ya van arriba del tren, quizá venían con los pasajeros que se subieron en Ollantaytambo. Pero de alguna forma lograrías distraerlos, fingiendo que vas al baño. Y cuando el tren baje la marcha pegarías un salto hacia afuera,  golpeándote duro contrario las rocas, rodando entre la tierra y quedando maltrecho ante la mirada atónita de las amables asistentes. Te echarías a correr por el bosque dejando atrás a todos los pasajeros que se quedarían  pegados en la ventana observando tu fuga, y entre ellos también los fantasmas que asomarían  una mueca de risa en sus labios, como diciendo: no podrás arrancarte del todo, perrita, ya iremos por ti para arañarte en las noches de luna llena. 


Y entonces así tu viaje continuaría, ahora por caminos ancestrales construidos por incas a punta de piedra y esfuerzo. No sabes dónde irás a parar, si lograrás llegar a destino. La luz del mediodía de este sol encandecente de invierno hace reflejar tu sombra sobre las rocas mohosas. Realmente no tienes idea a dónde irás a parar, pero aún así levantas tu mano y te saludas a ti mismo, reconociéndote por primera vez en mucho tiempo (¿encontrándote?). Haciendo un corazón coreano con los dedos decides avanzar mientras oyes el  silbato del tren alejándose entre las montañas. 




Tren a Aguascalientes, julio 2025




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