lunes, 20 de julio de 2009

Desmantelada

Ella nació en medio del desierto mirando el cielo estrellado de una noche fría, más fría de lo que sus quimiorreceptores pudiesen soportar. La escupieron en medio de la nada para ver cuánto sobrevivía, cuántos vasos llenaba con lágrimas a las dos en punto de la madrugada, cuántas palabras aprendía a decir sin que nadie le enseñara que la eme con la a es ma, eme con o = mo, a+m más o y al final una r, amor.
En medio del desierto desnuda se quedó, mirando el universo eterno sobre ella. Tenía todo un planeta para dar vueltas, mas allí se quedó, acurrucándose sobre ella misma en las noches de frío. Pero siempre fue de noche: en su planeta no salía el sol, ni había tacones para ponerse y hacerlos sonar por la tarde contra las baldosas, caminando de vuelta a casa luego de ir de compras al mall por nuevos tacones para usar.
Se le cayeron las manos de tanto pensar, de tanto pesar que le rondaba en la cabeza, su cabeza que rodaba por el desierto cuando fue a dar su último respiro, a las once veintisiete de un día que no existe (en su planeta no hay días) porque no hay sol, sólo noche y su pelo que se enreda entre las piedras a un par de metros de su cuerpo sin-cabeza, porque su cabeza rodó hasta allá bien lejos.
Y nadie se la comió: en su planeta no había hongos que la redujesen a materia prima. no había de esos, solo una noche eterna en el cielo, marcando el tiempo a duras penas entre las estrellas.

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