Tanto desencuentro en estas calles
evitando las esquinas
de ciertas avenidas
de ciertos semáforos
de ciertas plazas
y de ciertos pasos de cebra
para no encontrar tu fantasma
deambulando por la ciudad
a la una de la tarde
de un domingo después de un brunch.
Recuerdo los abrazos
que cobijaban los días fríos
de inicios de mayo
una década hacia atrás
caminando por Pío Nono
y viendo las hojas amarillas caer
jugando a hacerlas crujir todas
porque sino lo hacía
no podíamos cruzar la calle.
De aquello solo quedan los escombros
de los sueños en los que aún te me cruzas
y las fotografías eliminadas
que desaparecerán por completo
dentro de los próximos 29 días
pero quizás cuánto tiempo pasará
para que desaparezcan de la memoria
y no recordarte al cruzar en otoño
los puentes sobre el Mapocho
que entre su caudal marrón achocolatado
dejé los pedazos de nuestra historia
deseando que lleguen algún día a mar abierto
y luego a las costas de un país lejano
en muchos años por delante
cuando estés de vacaciones recorriendo Europa
acompañado de algún otro de la mamo
y en esa playa me recuerdes
como una parte ya borrascosa
de una de tus tantas vidas pasadas.
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