Hoy fue de aquellos días entre azul con amarillo, un tanto extraño, híbrido cual minotauro, tibio pero fresco, acogedor pero solitario. Como cada domingo tocaba paseo padre/hijo-perruno y decidimos dar unas vueltas por el barrio, para acostumbrarnos a estas calles que forman ahora parte de este cambio de vida. Hace mucho no veía correr tanto al perrillo. Decidí llevarlo al lugar donde nos conocimos por primera vez. Nunca, cuando estuvimos juntos, lo llevamos hasta aquella esquina. El edificio que alguna vez fue una discoteca ahora se había remodelado y hace mucho que ya la gente no baila en su interior, la música ya no suena potente desde sus parlantes, el cubo donde peleábamos por un lugar debe haberse destruido hace años. Y allí estaba yo una tarde a finales de abril, con nuestro hijo en brazos, teniendo 17 años de nuevo pero deseando tener 18, en ese anhelo imparable de querer ser adulto para hacer las cosas que se ansían por hacer siendo grande, como si la vida fuera más sencillo superando la adolescencia. Pero heme aquí a mis 35 años de fiesta en fiesta, desde la madrugada hasta la mañana, queriendo encontrar las piezas que encajen en esta vida sin rumbo, los pedazos de vida que me dejaste en el camino, para ir recogiéndolos y armar de nuevo un proyecto sin tener claro que es lo que me alcanzará para hacer antes de fin de mes. Porque ahora ser adulto y pagar contribuciones dista mucho de los sueños que algún día fueron compartidos, que nacieron en ese lugar que ahora ya no es lo mismo de antes, pero que fue el big bang del universo que cobijó nuestros abrazos, desde una cabeza apoyada en un hombro, hasta prometernos la vida entera el uno con el otro, pero luego vinieron las mentiras y los mensajes ocultos, el sentirse solo de lunes a domingo a pesar de compartir la misma cama, de ver cómo de a poco nos íbamos despidiendo sin decirnos adiós, dejando que las cosas fueran gravitando a su propio ritmo, que el polvo que se sacudió se asentase lenta y silenciosamente de nuevo en el piso, para quedarse allí empolvado y pisoteado con el corazón arrancado de la caja torácica, desangrándose de a poco con el pasar de las horas, los días, los meses y los años. ¿Cuánto tiempo tuve que esperar de ti para volver a ser esos que se encontraron en esa fiesta, sin tanta premeditación, como si hallarse a la vuelta de la esquina fuese lo que estaba descrito a ocurrir desde que las cianobacterias se instalaron en los océanos primitivos?
No me di ni cuenta que el tiempo avanzó a velocidad 3X y ya se había hecho de noche. Me disponía a volver a mi departamento, tendría que prepararme un té porque ya estaba haciendo frío. Pero escuché música que venía desde dentro del edificio. Juro que sí, era música que venía desde dentro y por las ventanas altas se veía las luces de múltiples colores que giraban en el aire. Tiré hacia un lado de la reja de metal y resulta que estuvo sin seguro todo el tiempo, cosa extraña considerando la seguridad de la ciudad de los últimos meses. Decidí entrar sin más, con hijo y todo. Pasé por el lugar que anteriormente era la boletería, entré por la delgada puerta que guiaba por un pasillo estrecho hacia la pista principal y allí estaba la música sonando desde los parlantes a todo volumen, las luces efectivamente salían desde cada rincón moviéndose en un frenesí estroboscópico, en la pantalla gigante se proyectaba un vídeo musical de Rachel Stevens y allí también estaba el cubo, sí, el cubo en el centro de la pista vacía, de un edifico vacío en pleno Barrio Italia . Dejé sentado al perrillo en una butaca y me dispuse a subir al cubo, reclamando mi lugar de antaño en sus geométricos ángulos, y dejándome llevar por el ritmo de la música que penetraba cada poro de mi cuerpo, me puse a bailar cual loco desenfrenado, como si no importara todo lo que ya ha pasado, lo que pasaría hoy ni mucho menos mañana y el perrillo ladrándome, dando saltos y moviendo la cola desde abajo, porque cuando se acabase esta fiesta inventada volveré a casa solo como cada noche, despertaré mañana con una resaca y seguro que pensaré que esta fiesta es como la vida de ahora en adelante y esta música que suena y estas luces que salpican por todas partes.