miércoles, 7 de marzo de 2012

Fragmentos 34

Supiste que eras tú mismo despertando de tu cama, hoy a las 9.01 de la mañana al sonar el despertador del celular.
Que eran tus piernas las que caminaban, abajo tuyo, justo después de las caderas, unidas con el Fémur gracias al Acetábulo. Gracias, muchas muchas gracias.
Comprendiste luego de tragar el café con leche que eran tuyas las papilas gustativas que saboreaban la amargura de la cafeína.
Te diste cuenta dos minutos tarde que era tu cabeza la que imaginaba esas cosas y no el piojo que no quiere arrancarse de tu cuero cabelludo desde hace un par de días.

Día largo, día infinito, calor por todos lados.

Y tú sentado en la micro, de vuelta a tu pasaje, a tu casa, a tu mesa, con tus padres, con tu hermana, con tus plantas.
Todo tuyo.
Todo lo que siempre había sido tuyo,
todo lo que siempre será tuyo ahora te parecía lejano,
distante,
incluso extraño.
hasta la cama y los calcetines guardados en el cajón.
Como si alguien más se hubiera metido dentro de ti de repente y se hubiese preguntado a qué hora voy a poner el despertador para levantarme mañana en la mañana.

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