Eusebio cree que se conoce, pero no se conoce ni siquiera un poquito.
No sabe quién es en medio de la fiesta,en medio del tumulto, entre los que vienen y van en busca de su destino que se ahoga en una piscola y en el humo de los cigarrillos.
No se reconoce al mirarse en el espejo cuando los ojos le pesan, la barba está sin afeitar por una semana y ni seis tazas de café bien cargado le quitan las ojeras.
Olvida su nombre a la una de la madrugada, girando en la cama, escarbando un consuelo entre las sábanas, algo con qué soñar pegado a la almohada.
Eusebio se convirtió en el tercio del personaje que quería actuar, en un cuarto del ser humano que pensó un día llegar a ser.
Ahora es mitad estropajo, un octavo de oveja pelada y lo que sobra de marioneta.
Eusebio, deberías inscribirte de nuevo en el registro civil.
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