jueves, 31 de marzo de 2011

espaciado

Arrendamos habitación en un hotel en Venus, porque en Júpiter estaban copados, Neptuno está muy Lejos y en Plutón ya no hay donde alojarse.

Salimos todos los días a poner las patitas a la orilla del planeta, justo al borde con el universo donde se puede ver hasta el centro de la vía láctea.

Saludábamos a nuestras familias y amigos en La Tierra antes del Alba, ni siquiera extrañando un poco nuestras vidas.

A veces movíamos tanto los pies por la alegría de haber encontrado un lugar propio, que nos caíamos al espacio hacia arriba, hacia abajo, hacia cualquier parte según cuál sea tu punto de referencia.

Pasábamos semanas de la manita flotando entre asteroides, entre satélites: El tiempo no existía ni allí ni en nuestras camas.

No hubo cabellos blancos;
no hubo pliegues en el rostro;
no hubo molestias articulares ni nombres en el olvido.
Fuimos infinitos, fuimos por-siempre, para-siempre una misma sola cosa.

Cuando nos echaron del hotel por problemas con el pasaporte, recién supimos que en Mercurio estaban las piezas mucho más baratas