jueves, 7 de enero de 2010

desconocidos y moraenados

Había un carrusel con las luces encendidas y los caballitos aún girando de arriba a abajo en un costado abandonado de la plaza.

(no había nadie)

Estaba solitario: el carnaval ya se había terminado, los invitados habían dejado el anonimato por esa tarde. Sacaronse las máscaras y las guardaron con anhelo esperando el día siguiente para volver a ser desconocidos y agolparse por entre las callecitas estrechas de la ciudad.

Yo quería una máscara, yo quería ser un no-conocido en este mundo de desvaídos, un ninguno para nadie, un recuerdo olvidado que se pierde en la historia y qué importa si a nadie le importa.

Tú me la compraste.

(tú también te compraste una)

Fuimos dos desconocidos, moraenados, caminando por Venecia, llegando tarde al carnaval cuando ya estaban todos en sus hoteles cinco estrellas.

Nadie nos desconoció ese día.

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