lunes, 10 de noviembre de 2008

El hombre que creía ser hombre

El hombre que creía ser hombre pocas veces suspiraba, pocas veces se tropezaba camino al trabajo porque se limitaba a analizar el sueloy sus pies andar, mirando pocas veces los ojos de quienes lo iban dejando en sentido contrario a su trayectoria y pocas veces menos aún miraba el cielo, solo para espantar alguna mosca que le escribiría cosas en el aire si es que la mirase pero aunque lo hiciese lo más seguro es que no lo entendería. Se tragaba el café cargado en la mañana y le daban ganas de escupirlo sobre algún niño en la calle que le quedaba mirando su cara blanca y congelada, porque ni la carótida interna le quería llevar sangre por la cabeza.

Resulta que se dio cuenta que no era hombre cuando un día intentó recordar algún momento que le hiciera esbozar al menos un intento de sonrisa, o decir de qué color tenía el pelo su madre siendo que ella siempre le daba la comida en la boquita cuando era un pequeñito-no-humano. Fue más su desconcierto cuando intentó imaginarse saltando por algún puente o sentado en un parque mirando al cielo y lo único que se logró pintar en su cabeza fue la imagen de sus mismos pies hacia adelante y un millón de otros hacia atrás. Peor aún fue sentir que ninguna vez en su vida-no-humana se había apegado más de treinta y siete segundos a algo (por cualquier tipo de afecto y no por obligación), pero claro, si al poner su mano sobre la porción anterior medial izquierda de su tórax no sintió el más mínimo latido de eso que en algún libro leyó que se llamaba corazón. En ese preciso instante una neurona posganglionar medio atrofiada con poca mielina en su axón ubicada en su corteza cerebral inutilizada captó receptores de acetilcolina provenientesde una neurona preganglionar, enviando este impulso a quizá cuál núcleo de sustancia gris de su telencéfalo que le hiciese pensar por primera vez en su vida que todo ese tiempo que creyó que era humano no lo había sido en lo absoluto,que más se parecía a una ameba que sobrevivía consumiendo todo lo que le rodeaba y luego lo escupía para dejarlo olvidadoen el piso; se podría decir que lo que más amaba eran sus zapatos y que las ilusiones le duraban lo que le dura una sinapsis neuronal en el cerebro, la misma que en ese instante le mandó una respuesta motora hacia los músculos del cuello para que lo extendiese y así mirar el cielo, siendo la misma sinapsis la que le hizo imaginar por única vez en su vida que volaba por los aires al mismo que tiempo que su corazón le lanzaba un chorro final de sangre por las arterias antes de que la última sinapsis neuronal de su existencia le hicieran pensar que le empezaba a gustar la idea de ir mirando el cielo cuando fuese camino hacia su trabajo en la mañana.

2 comentarios:

Cristóbal dijo...

y se murió?? buuu... tonces como moraleja... las ilusiones te matan??

Max Demian dijo...

metiendo mi cuchara (estoy desayunando avena con pasas y miel y es el adminiculo metalico que tengo mas a la mano para ejemplificar mi intrusion al comentario de cristobal) creo que no es que las ilusiones te maten... te mata la rutina y la idea de hacerte cada vez mas indiferente al mundo que te rodea. o algo asi.