viernes, 19 de septiembre de 2008

loque

si le dicen que sonría, esbozaba la sonrisa más grande que su cara pudiese contener.Si le decían que llorara, se arrancaba los pelos de la pena que la recorría.era todo lo que alguien podría alguna vez llegar a ser. el modelito perfecto de lo que deberíamos seguir,con sus muecas, sus desbordes de emoción que le llegaban a envolver como una manta pegajosa, difícil de despegaraunque te metieras tres horas a la ducha.es lo que se supone se lleva por dentro y no se deja salir para no parecer estúpido

1 comentario:

Juan Pablo Faúndez dijo...

en ocasiones uno se deja influir por lo que dicen los demás. en ocasiones uno cree manipular a las personas (ambos los he vivido, o creo haberlos vivido).
Toda la gente del mundo deberíamos tratar de despegarnos de ese manto pegajoso, a veces simplemente el intento da resultados.