jueves, 5 de junio de 2008

siluetas desconocidas

Cinco.
El madre, la padre, el hermano, la prima pequeña y el nuero.
Normales.
Bastante normales.
Tan
Normales
que
era extraño.
Vivían en una casa normal, tenían una vida normal.
Las paredes marcaban el límite de su territorio, de lo que eran con lo que fueron y lo que podrían llegar hacer, del ahora con el antes y el después.
Nunca recibían visitas y cómo se te ocurre que saldrían a la calle.
El madre limpiaba el mueble, el sofá, el espejo, los lápices y tenedores. La padre veía refrigerador. El resto se dedicaba a dar saltos por el techo sin hacer ruido alguno. Los días pasaban uno tras otro, como el trozo de papel higiénico que viene antes del que saqué recién cuando fui al baño.
Un día como cualquier otro ocurrió el desastre. Mientras el madre limpiaba, la padre veía refrigerador y el resto daba saltos por el techo, tocaron la puerta. Al comienzo nadie dio el más mínimo gesto de asombro, pues pensaron que la prima pequeña había pisado mal y había caído al suelo (como era costumbre).
Tocaron de nuevo, entonces se dieron vuelta a regañar a la prima pequeña para que aprendiera a dar buenos saltos. Asombráronse cuando la vieron dando brincos perfectos cerca de la lámpara.
Tocaron nuevamente, más fuerte y más largo. Todos corrieron a la ventana para ver quién tocaba fuerte y largo. Vieron una silueta desconocida parada en la puerta de la calle.
Entonces los tres del techo al suelo. El madre tira el paño y la padre apaga el refrigerador.
Comienzan a correr gritando por ayuda. Rompen todo lo que tenían, destrozan los muebles, los cuadros y golpean los espejos.
La silueta desconocida lanza un sobre sobre un montón de otros sobres que se han ido acumulando con los años en el jardín.
Se va.
Adentro se comienzan a calmar. Pasaron tres días y ya todo estaba normal. Limpiando tenedores y espejos, viendo en el refrigerador algo interesante y dando brincos más silenciosos sobre el techo. Con la diferencia de que ahora habían comprado una alarma para siluetas desconocidas, así no tendrían que armar tanto alboroto si es que vuelve a aparecer otra.

2 comentarios:

JP Faúndez dijo...

me encanta. absolutamente surreal.
me acordé de "el plautoco inevitable", que fue la mejor obra creacionista que pudimos hacer.

Hans dijo...

q pesá la sombra! me carrrgó.
amo tu imaginación y al Plautoco tb!