domingo, 18 de mayo de 2008

empanadas de pino

Ella lloraba dos lágrimas por cada ojo en la cocina mientras preparaba el almuerzo para el tipo que a veces llamaba esposo, nunca cuando él le decía que se callara, nunca cuando miraba con asco la comida que le preparaban, nunca cuando no la abrazaba por la noche y hacía frío. A veces cuando le regalaba un chocolate y a veces (casi nunca) cuando le decía que se veía linda con el chaleco que recién había comprado.
Lloraba dos lágrimas por cada ojo en un minuto y cuarenta y cinco, pero sonreía a pesar de qué quizá el tipo-esposo no era ni había sido nunca el amor de su vida; sonreía a pesar de que los niños ya crecieron y la saludaban día por medio si es que salían de sus piezas; sonreía por los nietos que nunca llegarían, a los cuales no les contaría las historias que les tenía preparadas para contar, pero lloraba dos lágrimas por cada ojo por la cebolla que picaba para echarla en la olla con agua que recién había puesto a calentar.

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