sábado, 3 de mayo de 2008

desde lejos hacia cerca

Se caía la tarde en tropezones constantes e inevitables, prendiendo luces de faroles, bajando el frío a la fuerza y colocando bufandas en los cuellos. Y entre esos tropezones, luces a medio prender y bufandas ubicadas en lugares obvios, miraba tu silueta dibujada a contraluz frente al espacio inter-techo-cama de tu pieza. Y te miré escribir sobre las líneas de mi cara palabras que sólo La Vida sabe qué decían. Te vi sonreír (¿o es que de verdad sonreías?). Te vi mirarme (¿o es que mirabas de reojo como la tarde se tropezaba?).
Te imaginé caminando al mismo paso junto a mi lado, por las callecitas vacías de la ciudad, con ese andar que tienes que me da risa cada vez que lo noto entre las rayitas de los cuadritos que no voy pisando, mientras te imagino tú por tu lado (en tus calles de siempre) y yo por el mío (por mis calles de a diario) caminando al mismo paso hacia lugares distintos (y que no valen la pena mencionar).
Y sentí cómo la vida va pasando por medias-horas en un segundo. Cómo los momentos se transforman instantáneamente en recuerdos en mi córtex cerebral y cómo brillan tus ojos aunque la tarde ya se halla sacado cresta y media en el suelo.

1 comentario:

Max Demian dijo...

el tiempo nunca es suficiente.