domingo, 21 de septiembre de 2025

multiversos craquelados

Vas atravesando esa membrana jugosa y gelatinosa que separa realidades simuladas. No sabías que eran inventadas porque te limitabas a avanzar por la cinta automática que te llevaba desde el punto A al punto B, luego al C y después, muy probablemente y ante toda certeza, hasta el punto D. Y allí observabas como una zuricata tranquila y educada que saluda con su mano a todas las autoridades de forma políticamente adecuada, como se espera de las zuricatas de oficina, camisa y corbata. 

Pero una noche tras un par de copas de cabernet franc y llorando como no se hacía desde hace 17 años en el piso de parquet de tu otrora departamento, viste la vida pasar en un pestañeo primitivo, la corteza cerebral se activó por primera vez en siglos y te viste a ti mismo en un futuro sin sentido y hueco como una ocarina, emitiendo sonidos solo por el soplar de un otro que tomaba por ti las decisiones de la petición de un crédito en el banco, el pago de las contribuciones y las mascotas que podrías o no podrías tener. 


Pero en ese mismo piso en el que temblabas, lograste secarte las lágrimas y ponerte de pie a duras penas. Con tan solo una maleta y una cadena de tortuga en el cuello, abandonaste la madriguera y avanzaste por la ruta que no estaba destinada para ti, te desviaste por un atajo pedregoso y ondulante, bordeando un peligroso precipicio lleno de los cadáveres de todos quienes osaron lanzarse por la misma ruta que habías tomado. 


Y ahora de una u otra manera vuelves a estar pegado a esa membrana que se craquela con cada paso que das, como el universo que se tuerce, pone atención en ti como no lo hacía hace milenios y se pregunta porqué vas dejando todo eso atrás, que cómo es posible esa actitud en esa zuricata, que de todas las zuricatas era la que menos debería haberse apartado de la manada. Pero ya estás demasiado lejos de todo ese cuento de hadas como para escuchar los lamentos de una vida que te perteneció (sí), pero que era el momento del ahora o nunca para sacudir y despedazar las cadenas que te venían apretando la garganta sin dejarte respirar hasta ahogarte lentamente en el más cruel de los sollozos.


martes, 2 de septiembre de 2025

estaciones

Van pasando las estaciones en este departamento. Ves como van cambiando los colores de la ciudad desde la terraza, adorando despedir el sol y cómo se refleja su luz en la cordillera nevada. Si tuvieras que elegir quedarte en un momento, desearías que fuera un otoño perpetuo el que se instale en tu habitación, en tu cocina eléctrica, en los ascensores del edificio, en la casa de la vecina y en su perro pequeño chillón también, porqué no. Porque todo para ti tiene que ser tan amarillo, porque así funcionan tus conexiones neuronales, realizando sinapsis en color sepia, haciéndote recordar por las mañanas un viaje en bote en el río Duero de Oporto bajo sus puentes; desayunando un café con leche te hace volver a Venecia, caminando por su callejones y perdiéndote para llegar a una iglesia que podría ser cualquier iglesia, pero siempre era una nueva; mientras te duchas te apareces en un cenote del Yucatán, escondido bajo las raíces de un árbol milenario y terminas la noche acostado, reposando tu cabeza tranquilo a punto de dormir, teletransportándote a una habitación en un hotel de Florencia, viendo por la ventana la luna llena y su plateado reflejo salpicando el duomo de la catedral. Y así te pasas los días, el calendario va avanzando lentamente pero acelerado en este revoltijo de recuerdos de todas las vidas que ocurrieron en un abrir y cerrar de ojos dentro tuyo. Y a medida que avanzan las horas el recuerdo es cada vez más borroso con el cambio de estación y no quieres que nada se lleve este cobrizo vaivén de emociones, deseas que la nostalgia sea para siempre y nada perturbe esa melancolía que deja un retrogusto amargo pero también dulzón luego de cada sorbo de un Carménère. 

Antes de que barran por completo las calles sales a recolectar todas las hojas secas y amarillas posibles en pleno mes de junio, las metes en una bolsa y las subes a tu departamento, para esparcirlas por el piso del living , la cocina y la habitación, para que así cuando la pena te desborde puedas inventarte un otoño ficticio y casero para ti mismo.