domingo, 24 de septiembre de 2017

Cartas a Horacio II

Nunca se me han secado tanto los ojos . Cuesta llorar bien temprano en la mañana , uno siempre tiene las cabezas en otra parte.
Ahora acostumbro a pasarme el día en batallas de castillos, salvando de las ruinas a la gente pobre de un pueblo antiguo. Dicen que en la antigüedad cazaban sus propios alimentos. Gracioso es tener que buscar para sobrevivir. 
Hay días en los que solo me meto a una escena de esos bosques que me muestras en tus fotografías, Horacio. Como si esos recuerdos fueran míos, como si en este planeta hubiesen árboles y hojas y ardillas y todas esas cosas que puedes encontrar en las escenas de un bosque. 
Y eso es de lo que finalmente me consigo convencer en un período  de 67 años: que esos recuerdos de Horacio son míos, toda una vida en esa escena del bosque, sin nadie, apreciando el color que llamas verde, con el sonido de lo que llamas viento.
A veces imagino, Horacio, que llegas a ese bosque y yo soy como esos seres extraños que vivían contigo en ese lugar, parado en dos pies (qué gracioso sería) y con solo dos brazos. Y con esos solo dos brazos te envolvería, y yo a eso le llamaría "abrazo". Darte un gran "abrazo". Solo con la idea de sentirte se me levantan las escamas.
Luego ya sería mucho fichaje perdido para solo una escena y me saldría del montaje. No tengo tanto esfuerzo para gastar. 
A la mañana siguiente se me secan los ojos nuevamente.

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