viernes, 28 de febrero de 2025

Ciclovía Antonio Varas

Pedalea rápido, los más fuerte que puedas, ya no hay retorno en esta ciclovía estrecha de Providencia, es peligroso frenar sin que se te vengan los ciclistas furiosos encima. 


Decidiste dejar atrás Darío Urzúa, la calle que cuando joven soñaste con que fuera tu calle, el lugar donde querías algún día formar un hogar, para recorrer sus veredas en las tardes cálidas de enero luego de una jornada agotadora en la oficina, paseando al perrito, preguntándose qué pedir para la cena (si chinos o Thai o árabe). Y en un abrir y cerrar de ojos la calle fue todo eso y mucho más, imposible describir lo que su asfalto significó en la historia de tu vida. 


¿Cuantos centímetros crecieron durante esa década sus plátanos orientales? 


Preguntas que ahora te haces mientras pedaleas alejándote a toda velocidad. Se despidieron en la esquina, el perrito iba en brazos, él hacia tu antigua casa, tú hacia tu nuevo hogar sin mirar atrás, porque ya se ha dicho y explicado todo; los automóviles de la escuela de conductores virando en el cruce; los semáforos cambiando de colores; tus antiguos vecinos volviendo a sus departamentos.


¿Qué nos deparará la vida ahora, qué callejones recorreremos por separado, en este laberíntico ir y venir de los días, en esta ciudad que nos inhala y exhala, que nos bebe y luego nos transpira, observándonos desde lejos, adivinando nuestras habitaciones a la distancia, imaginando tu silueta que se asoma a la terraza del departamento una tarde de un día lunes, regando las plantas o barriendo el piso o preparando una cena improvisada para uno?


Porque ahora valen más esos pequeños momentos frágiles y quebradizos, que esperas se vayan solidificando como silicona que se petrifica y pega todo lo que se ha fragmentado, para juntar nuevos recuerdos y conversaciones, de un día que otra vez sale arrancado del calendario, hoy es domingo, mañana es febrero, casi año nuevo chino y este sí que será tu año.


Pedaleas dejando esa vida atrás, tus recuerdos quedaron guardados en una caja que se irá a la bodega y luego de muchos años será olvidada en un tarro de basura que esperemos sea reciclado. La luz del atardecer de este día caluroso de verano se despide detrás de los edificios de Ñuñoa, la brisa es suave pero refresca y sigues pedaleando cada vez más fuerte, sin detenerte, así las lágrimas se secan más rápido de tus mejillas.