miércoles, 18 de enero de 2012

vuelta carnero



A causa de alineamientos interestelares y términos de calendarios de civilizaciones desaparecidas, pasó que el planeta se aburrió de avanzar y comenzó a girar entonces en dirección inversa.

Se sintió un pequeño remezón en las ciudades y en el metro cuando ocurrió.

Ya nada siguió hacia adelante desde ese momento.

No hubo nunca más un nuevo segundo: El palillo del tres pasó hacia el dos, luego al uno y así sucesivamente, siempre hacia atrás, agregando hojas en el calendario, feriados ya celebrados.

Las canas de la cabeza de mi mamá empezaron a oscurecerse y a mi papá se le llenó de pelos la pelada. Quedamos boquiabiertos cuando golpearon la puerta y al abrir encontramos parados en la calle a los bisabuelos de la foto del cuadro del living que tanto echábamos de menos.

En la sala de partos los bebés en vez de irse a su Atención inmediata se reintroducían nuevamente en el útero materno para pasar a ser fetos,

embriones,

cigotos,

dos células que nunca han de mezclar sus cromosomas.

Desdichados los matrones y matronas que quedaron cesantes, pero poco importó porque en vez de trabajar volvieron a la universidad a estudiar el Síndrome Hipertensivo del Embarazo y la medición de la altura uterina , como si nunca lo hubiesen aprendido.

La casa ya no se llenaba de polvo, incluso se limpiaba solita, ni una pelusa daba vueltas en el aire, que en vez de entrarnos por los pulmones se nos salía desde adentro.

Mi Gallito de pequeño se desenterró solo del patio y volvió a cacarear como en tiempos lejanos, hasta que volvió a ser pollito, finalmente un huevo que comimos revuelto para la once con toda la familia nuevamente reunida.

Las temperaturas globales bajaron, felicidad para los pingüinos y osos polares. Y las cosas descubiertas en el planeta pasaron nuevamente a ser parte del olvido.

No hubo entonces más horas desperdiciadas, solo momentos repetidos, de los que se fueron y siempre deseamos con volver a vivir:

una caricia,

un beso de aquellos labios,

aprender a escribir,

un arrullo de la madre,

seguir el caminito de las hormigas en el patio,

meterse al barro y gatear por toda la casa,

las primeras palabras,

el primer llanto,

todo flotando,

calientito,

en silencio,

un renacuajo,

un pollito,

divisiones celulares,

entrecruzamiento de material genético,

revoltijo de compuestos químicos y puentes de hidrógeno,

polvo de estrella separándose lentamente,

mucha mucha tranquilidad en el espacio,

y Dios al final preguntándose:¿qué cosa rara puedo crear esta vez en el universo?...

martes, 17 de enero de 2012


Hay días en que nuestro hijo se asoma por la ventana,
sonriente,
tranquilo.
Con su mirada perdida a lo lejos se pregunta:
cómo estará mamá, cómo le estará yendo.

(:

lunes, 16 de enero de 2012

procariota

Estaba escuchando el sonido de las nubes que se esconden detrás de la cordillera cuando me acordé lo que fui en mi otra vida:

Una bacteria diminuta, de esas que se meten en las orejas y viven apenas 20 segundos y se dividen en otras dos células procariontes idénticas y así sucesivamente hasta que llenan toda la oreja de patos y cuando te rascas se meten entre medio de las uñas del dedo índice. Allí viajaba yo con toda mi familia hacia otros orificios del cuerpo. El ombligo era nuestro lugar favorito porque nos tirábamos arriba de las pelusas y rebotábamos o nos agarrábamos bien firmes de una gota de sudor y surfeábamos cayendo a caída libre, dándonos impulso con nuestro súper flagelo, muy veloces.

Lo peor de todo venía cuando nuestro huésped se bañaba y se echaba tanto jabón que nos daban náuseas y vomitábamos todas las proteínas que le chupábamos de la piel y los pelos, eso de estar olorositos no nos agradaba PARA NADA.

A veces nos encontrábamos con un piojo en la cabeza, esos gallos son tan locos por que están al revés de todo lo que camina en el planeta, se marean tanto y hablan tonterías como la importancia del pH balanceado de los shampoos y el sabor de la sangre del cuero cabelludo. Con mis amigos monocelulares nos reíamos un rato, pero después de un par de horas nos aburrían y nos tirábamos por un mechón de pelo hasta las lagañas de los ojos, tan amarillas como siempre, aunque nadie nunca supo para qué, para qué servían más que para ser amarillas. Igual las saludamos de pasadita porque se ponen a llorar si se les hace sentir poco importantes.

Un día vimos un par de virus que son como fantasmas que vuelan por todas partes y se meten a las células del cuerpo y allí se reproducen, son tan cochinos, se juran de la alta alcurnia sólo porque adentro de la célula tienen membrana nuclear y a nosotros el ADN nos da tantas vueltas por dentro que nos dan ataque de risa justo cuando estamos en lo mejor de la comida en la planta de los pies.

Al abuelo bacteria le gustaba visitar el intestino. Allí están las Escherichias Colis que son unas señoras amargadas que descomponen toda la comida que se les cruza y tienen olores muy feos. Cuando se juntan en sus centros de madre se entusiasman tanto que se meten por las uretras y causan infecciones urinarias.

A nosotros nunca nos llamó la atención meternos por allí, es tan frío y tan tan húmedo. Preferimos, además del ombligo, el calorcito de los pliegues que se hacen entre medio de los dedos y cuando nos apretamos mucho hacemos harto piñén.

Todo esto duró hasta que se hizo el alcohol gel, morimos todos y me reencarné de nuevo en una semilla de tomate.

lunes, 9 de enero de 2012

Melancolía


Una de esas películas que das gracias por estar vivo para poder verla.

Melancolía [2011], Lars Von Trier