jueves, 27 de enero de 2011

Fragmentos 24 (a causa de un intento fallido de canjear una gift card)

estuve a punto de desintegrarme en la tienda cuando escuché la voz de uno de mis antiguos gatos diciéndome que había encontrado la solución para las tallas de ropa extra larga y para que el sol no te queme la nariz desproporcionadamente en comparación con el resto de la cara.
sabía perfectamente lo que tenía que decir en el momento preciso para que todos sonrieran, pero resulta que su secreto era una de las tantas maneras bonitas de interpretar un suceso que a todas luces era nefasto. "no seas tan pesi- pesimimista", me refutó. Mas yo, ahogado en mi propia desdicha de no encontrar alguna promoción que calzara perfecto con las necesidades de mi té y sus dos cucharadas de azúcar light doblemente dulce, hice oídos sordos a su consejo.
Lo cierto es que la voz del tercer gato que se me escapó de la casa tenía más razón de la que tienen las vecinas cuando te dan recetas ancestrales para quitar las espinillas, porque todo va en cómo se mire el suceso, de la manera en cómo UNO le da su toque y su interpretación, haciendo de la realidad no más que un asunto de reacciones químicas en tu cerebro y de personas que se encuentran en los paraderos de micro.
Es por eso que extrañé al felino sabio: extrañé sus pelos, sus ronroneos, sus bigotes y cuando se hacía pis por toda la casa. Pero como ahora el punto de vista es distinto, me importa bien poco la verdad.



domingo, 9 de enero de 2011

de lo corriente y común

Considerando el transcurso de los acontecimientos en estos últimos 387 días, se puede decir con certeza que la vida no apesta a cigarro, a cigarro encerrados en una discoteque llena de gente que fuma hasta por los codos, deseando que el cigarro entre los dedos se transformase en otra cosa (eso mismo que usted está pensando).
Somos tan llorones cuando todos lloran. Lo mismo que todos gritamos cuando todos gritan (en especial si es algo feo) y miramos hacia el puto punto si todos lo están mirando.
Si no fuera así que mejor se vaya yendo de la fiesta, qué desubicao'.
Que no vibre en otra cuerda, que no cante en otro compás. Que siga el ritmo y no desafine.
A estas alturas ya estamos tan mimetizados con un celular último modelo con pantalla táctil que es difícil llorar si no te vibra en el bolsillo anunciando un nuevo mensaje. Es casi imposible diría yo.